jueves, 13 de septiembre de 2012

“Por arte de magia, ahora todos somos iguales”


Constantemente escuchamos que el racismo es un mal del pasado, que fue superado por un punto cero en el que, por arte de magia, dejamos las diferencias y pasamos a ser iguales. Ahora todo parece depender de la iniciativa de cada uno. Es más, con el punto cero pretendemos alejarnos de aquellos criterios que tomaban el origen, la procedencia étnica y la raza como si fueran normas sociales. Sin embargo, y aunque decimos que las categorías de raza están metidas en el cuarto de los cachivaches, mantenemos, creemos y seguimos viviendo de acuerdo a esos criterios.

En la Primera Encuesta Nacional de Juventud en Guatemala, realizada en el año 2011, se puede entender que los jóvenes guatemaltecos siguen experimentando discriminación debido a la forma de vestir, el grupo socioeconómico, el lugar de vivienda y el color de la piel. Este dato nos da la pauta sobre las condiciones del nuevo racismo. Los jóvenes perciben que la discriminación étnica dejó de tener importancia en lo que se dice a viva voz. Sin embargo, la discriminación por pertenencia étnica se sigue experimentando con mucha fuerza en los lugares de trabajo. Los jóvenes indicaron, contundentemente, que lo étnico sigue siendo muy importante en el trato que reciben en los trabajos. No cabe duda que estamos ante un nuevo racismo; un racismo que no menciona la raza.

Alguien podría decir que las condiciones en que los jóvenes experimentan discriminación no son más que elementos superficiales, ejemplificados en la importancia de la vestimenta, que se toman con exagerada importancia en esa etapa de la vida. No obstante, con ello podemos clarificar algo al respecto. Porque si consideramos que la discriminación no es sólo por la vestimenta, sino por el lugar de la vivienda, el color de la piel y el estrato social, comprendemos que están dando la caracterización de las comunidades que fueron señaladas como inferiores en el antiguo racismo. Quizás los jóvenes perciben que la estructura social de Guatemala se asienta sobre la diferenciación de espacios sociogeográficos muy bien marcados, en el que se conjugan elementos económicos y étnicos. Quiere decir que la vestimenta sólo es la punta del iceberg de una problemática más profunda, que manifiesta el desprecio que experimentan los jóvenes.

Por eso es necesario analizar las condiciones en que se gesta el nuevo racismo. Porque no nos podemos contentar con analizar un racismo sin más, movido por una suerte de inercia social. Por ello tendríamos que buscar las causas. De no hacerlo podríamos correr el riesgo de pensar, falsamente, que el enfrentamiento debido a diferencias raciales “son naturales”. El nuevo racismo se evidencia en que se sigue teniendo a los indígenas como seres insignificantes. Y aunque pocos dudarían de su humanidad, sin embargo se inclinan por cuestiones como la vestimenta, el estrato social y el lugar de vivienda. Seguimos pensando que los indígenas tienen “defectos de origen o de fábrica”, que los conduce, tarde o temprano, a cometer el mal. De esa forma se crean fantasmas sobre su comportamiento en sociedad. Cuando los fantasmas del comportamiento se afianzan en la mentalidad de todos, se acuñan estereotipos sobre su identidad. Los estereotipos son construcciones abstractas, que intentan generalizar la identidad de las personas. Se generaliza la identidad cuando se crean modelos de roles sociales a los que las personas que otrora fueron consideradas como inferiores, tienen que corresponder. Regularmente se presupone que los indígenas son más dados a ocupar puestos en los que se obedece, que no cuentan con iniciativa propia y que proceden como si fueran manadas. Los estereotipos se convierten en un problema social grave cuando se toman como si fueran reglas para las instituciones como las escuelas, el trabajo, las iglesias, los gobiernos, etc. Además, los estereotipos pueden ser tomados como reglas necesarias para conducirse en las relaciones sociales. Estas “reglas” no se comprueban en la práctica; son tomadas como si fueran guías para dirigirse en lo cotidiano.

Así, es muy fácil que los estereotipos de la identidad influyan en la construcción de prejuicios sobre el comportamiento de las personas. No es casualidad que los jóvenes manifiesten que los elementos de la discriminación sean la vestimenta y el color de la piel. Con ese señalamiento coinciden perfectamente con las condiciones de exclusión de las personas que fueron consideradas inferiores con las viejas categorías raciales.

Bajo estas dimensiones se gesta el nuevo racismo. Para ello se mantienen las condiciones de exclusión bajo las suposiciones que deforman a los demás, pero no sólo. Las sociedades continúan siendo dirigidas bajo los fantasmas de la identidad, sólo que ahora se niega. Por otra parte se establecen creencias sobre que existen grupos humanos que son más avanzados que otros. De esa manera, lo que se dice sobre el desarrollo, más que proveer condiciones favorables de vida, termina por acuñar la deformación de los indígenas. Porque los criterios de las comunidades consideradas avanzadas, sirven para menospreciar a las tenidas por menos desarrolladas. Con ello se justifica la creencia que los grupos “desarrollados” pueden y deben intervenir en el destino de los demás. En la contrapartida, se reforzará el fantasma que los que no han alcanzado “desarrollo”, se debe a la decadencia de sus formas de vida. Olvidando así la historia colonial de opresión, explotación y saqueo, vigente en la actual depredación de los recursos naturales para las transnacionales extractivas, así como en la continuidad feudal de la propiedad de la tierra para monocultivos.


Todo eso quiere decir que encontramos el nuevo racismo en cuatro elementos: 1. Valor diferenciado del trabajo. En este punto se hace evidente que el trabajo es medido de acuerdo a criterios de pertenencia étnica. Sobre el trabajo de las personas que otrora fueran catalogados como inferiores, pesa la creencia que tiene un valor diferente. 2. Condiciones valorativas de participación social y derechos de participación efectiva. 3. Valor concedido a idiomas, religiones y ciencias. 4. Ideales de bienestar y de belleza. Con ello se trata de justificar que el nivel de vida y el rango social se unen a la apariencia física. Esto coincide con lo señalado por los jóvenes en la encuesta nacional del año pasado.

Ante estas evidencias no podemos dejar de considerar que el racismo sigue operando en las relaciones sociales, con implicaciones que dejan lo que se dice de la igualdad como una artimaña. Porque, para no hablar de la vulnerabilidad que genera la suposición que el trabajo de los indígenas es inferior al del resto de la población, se pasa inmediatamente a hablar de la igualdad de oportunidades. Tal vez quisiéramos taparnos los ojos y afirmar lo contrario. Ahora cuando nos hablen de igualdad pensemos en la esquizofrenia. El esquizofrénico crea mundos alternos, que casi siempre son mejores que el mundo en el que vive. Cuando nos digan que ahora todos somos iguales, traigamos ante nuestros ojos las graves condiciones de pobreza, y pobreza extrema, en que viven la mayorías de indígenas. Recordemos las más de doscientas mil víctimas del Genocidio Maya de finales del siglo XX. Tengamos presente el enorme desprecio por la vida de los indígenas, evidenciado en los cientos de osamentas encontradas atadas de pies y manos, o con sogas al cuello, en las fosas comunes del occidente del país. Sumemos el desprecio de los que niegan el genocidio, diciendo que son muertos del terremoto de 1976. Consideremos los puestos de subordinación y los salarios de hambre de los indígenas en las fincas azucareras. Reflexionemos sobre los pocos indígenas que llegan a la universidad, y aún cuando llegan, siguen pensando que su amistad no es interesante, porque no representan mejores contactos. Observemos el inmenso desprecio por las luchas por la tierra, en contra del daño al medio ambiente y la expropiación de los recursos naturales que representan las minerías y las hidroeléctricas. Personifiquemos a los periodistas nefastos que en los mass media tratan de desprestigiar las luchas indígenas con imágenes romantizadas que intentan minusvalorarles como seres ingenuos, manipulables, aletargados y sin capacidad de iniciativa y criterio propio. Veamos a los que por sentirse levemente superiores, consideran que las luchas sociales están compuestas por seres irredentos e insumisos, poco menos que criminales.

El panorama no pinta muy alentador, únicamente queda la esperanza que los jóvenes son cada vez más conscientes de la situación. Aunque no sabemos el margen de maniobra social que tendrán en el futuro próximo, podemos asegurar que tienen la discriminación como lo que es; una perversidad. Una perversidad que por más que se niega en los discursos de la igualdad, se hace más que evidente en la inmensa pobreza y exclusión en la que vivimos. Quizá por eso los jóvenes son tan valientes y determinados en las luchas sociales; saben muy bien que hacerse los desentendidos nos traerá más de lo mismo, más desesperanza por la pobreza y la exclusión sin término. Desesperanza que los mayores de treinta tenemos por normal, en una sociedad que pretendió pasar por los horrores de la guerra, y por sus infaustas consecuencias, como si no fuera con ellos.

martes, 22 de mayo de 2012

“El que se mete a redentor, sale reventado” Breve esbozo de las relaciones laborales en el capitalismo mesoamericano

En la actualidad se han acuñado una serie de discursos y retóricas sobre la igualdad, asentados sobre el capitalismo moderno; entre las que podemos contar las retóricas de igualdad de oportunidades para todos. En el capitalismo tardío occidental estas condiciones han sido explicadas en las condiciones del trabajo, que se han generado para las clases medias. Cuestiones como tiempo libre, jornadas de trabajo establecidas, estabilidad laboral y seguro social, consiguieron que los sindicatos y los gremios moderaran sus demandas. Sobre todo cuando consideramos que las luchas por las condiciones favorables de trabajo, se han mudado al campo de los objetivos que se tienen como individuos.

No obstante, en Guatemala observamos otras condiciones del capitalismo tardío. En primer momento tengo que aclarar que no puedo abordar el concepto de clases sociales, porque estamos ante burocracias, tanto privadas como públicas, que ofrecen servicios para la producción relacionada con la tenencia feudal de la tierra. Por lo que podríamos hablar más bien de estamentos sociales. Probablemente las remesas que vienen del trabajo de los migrantes en Estados Unidos, sirvan para pagar servicios como salud, educación, seguridad, etc. que ofrecen los estamentos medios.

Contrario al capitalismo tardío occidental, en Mesoamérica las luchas por condiciones justas de trabajo no han mudado a un campo de negociación de ventajas de trabajos cada vez más creativos y libres. Sino que se han trasladado a la monotonía que establece que las personas no pueden conseguir nada a través de las luchas laborales. No quiero decir que las constantes vulnerabilidades no sean percibidas, sino que las personas consideran que la reflexión sobre ello es sencillamente inútil y con ello dejan de teorizar al respecto. La monotonía se hace patente en expresiones tales como “el que se mete a redentor, sale reventado”. Así se trasladan al campo de la motivación personal. No hay duda que el auge del “positivismo” y la “buena vibra” estén tan de moda hoy más que nunca. Al no reflexionar sobre la vulnerabilidad y las deficiencias laborales, los estamentos medios de trabajadores se quedan sin la posibilidad de articular sus demandas. Con ello obtenemos lo que Honnethi llama la “desverbalización”.

Cuando no se provee de las condiciones laborales mínimas, los trabajadores lo aceptan con mutismo por la improbabilidad de demandarlo colectivamente. Antaño las demandas laborales fueron articuladas por medio de los sindicatos. Aunque la historia reciente nos muestra que fueron silenciados por medio de la fuerza, la desaparición forzada y el asesinato. Ello ha generado desmoralización ante las pretensiones sociales de mejores condiciones laborales. Los asalariados han llegado a la apatía, porque sus luchas pueden obtener más bien represión y exclusión antes que seguridades laborales. En tanto, en las ideologías libertarias, liberales y neoliberales, se refuerza la creencia que los problemas laborales se solucionarían por una suerte de esfuerzo e iniciativa individual. Con ello se debilita la constante que el gobierno tendría que ser el garante de las condiciones laborales, por medio de reforzar las retóricas sobre que las soluciones provienen de las iniciativas individuales. De esa manera se desarticula el ya desvencijado tejido social. A ello debemos sumar los graves problemas de pobreza extrema y miseria en el que viven las mayorías de indígenas en este país. Que también se pretenden dilucidar en las mismas retóricas de igualdad de oportunidades. Junto a ello, debemos considerar la plusvalía social de los grupos que reclaman un origen europeo o estadounidense. Así, podríamos obtener un breve esbozo del capitalismo en el que vivimos.

i Honneth, Axel (2011). “La sociedad del desprecio”. Madrid: Trotta. pp. 65-73.

jueves, 17 de mayo de 2012

La pregunta fundamental sobre el caso de Santa Cruz Barillas

La pregunta fundamental en el contexto de Santa Cruz Barillas, en donde Andrés Francisco Miguel fue asesinado y las circunstancias no han sido esclarecidas, no es si todos somos iguales ante la ley, y si acaso todos tenemos las mismas obligaciones y derechos, sino por qué a pesar de ello algunos reciben más represión y vejación que otros. Sobre todo cuando consideramos que el gobierno de Otto Pérez Molina ha respondido, antes que a los derechos de la población, a los intereses de la Hidroeléctrica española Santa Cruz. 
No podemos apelar a que todos estamos en las mismas condiciones jurídicas, mientras que en lo fáctico vemos que efectivamente existen tratos diferenciados a partir de la pertenencia y el origen. La apelación a lo jurídico en este caso se convierte en una ideología, cuando no en ironía, que considera que las personas que han sido reprimidas son insignificantes. Aunque también se les tiene como faltos de criterio, sobre todo para aquello que se relaciona con sus intereses y destinos. Luego de ello no es sorprendente que los que no reciben represión ni son injuriados por su pertenencia “étnica”, se arroguen el señalamiento de cuales tendrían que ser las condiciones en que estas personas tienen que vivir. No contentos con ello, tienen que recurrir a justificaciones que pregonan un extraño desarrollo, que no da cuenta de la manera específica y concreta en que los que han recibido represión y vejación son beneficiados de manera efectiva. Consideran, erróneamente, que las personas tendrían que poner sus recursos a la total disponibilidad de las empresas extractoras, sin ningún reparo en sus condiciones de vida. Lo más contradictorio de esta postura radica en que si lo mismo fuera exigido a las personas que lo aducen, reaccionarían de manera violenta. Esto no sólo indica que consideran que los que reciben vejación no tienen autonomía, sino que tienen en sus formas de vida una suerte de “mal de origen”, que se manifiesta en expresiones tales como: “están opuestos al desarrollo”, “quieren vivir en pobreza siempre”, “indios subdesarrollados”, y un sin fin de etcéteras. 
Para ello tienen que recurrir a postulados que consideran que las personas que reciben vejación no tienen capacidad de autonomía, y que por ello otros tienen que venir a dirigirles. Esto se manifiesta en las peroratas sobre que las personas han sido “víctimas ingenuas” de extranjeros, que les han manipulado al punto en que les han dejado como marionetas de sus criterios. Con ello aplican el principio racista del buen salvaje, que establece una suerte de identidad a la que los que han recibido vejación tienen que responder, porque finalmente les consideran poco menos que mascotas; dependientes, ingenuas, aunque a la vez sometidas a sus instintos que les sitúan en la torpeza y la ineptitud de no saber qué es lo más conveniente para su destino social. Con ello se crean las bases para el asistencialismo y el paternalismo muy popular en las castas medias urbanas. Además, se cierra el círculo infernal del racismo que se vive en Guatemala, cuando resulta que la represión y la vejación se convierte en una suerte de “castigo reparador” necesario y doloroso a la vez. Porque tiene que restituir la metáfora neurótica del orden, ante el temor de dejar que las personas tomen la rienda de sus propios destinos. La patología social se consuma, cuando las castas medias, sobre todo las urbanas, se sosiegan la conciencia arguyendo que todo lo han hecho por mantener la unificación nacional en los criterios que ellos imponen a los demás, y no sólo, sino de los que obtienen sus magros privilegios.
Iximulew, 13 de mayo de 2012

viernes, 26 de agosto de 2011

El racismo contemporáneo

Trataré de analizar la formación del racismo contemporáneo en las vulneraciones de las relaciones intercomunitarias, en tres sentidos: La primer forma de vulneraciones a las relaciones intercomunitarias, son las que consideran que las formas de vida de las comunidades de valores diferentes no tienen importancia. Podría llamar a esta primera parte el desprecio, porque las personas perciben que sus vidas no importan, o que están sólo en función de ciertos parámetros que las comunidades hegemónicas les han impuesto. Quiere decir que, el desprecio es una vulneración, que parte de la minusvaloración de las formas comunitarias de vida, y que destruye, o limita, los recursos con los que las comunidades proveen sus necesidades básicas. El resultado, de esta vulneración, es, entonces, la extrema pobreza. Los ejemplos en esta vulneración de la intercomunitariedad son: el desarraigo, el desplazamiento y la expropiación. En este punto es en donde la minusvaloración y el desprecio se convierten en el fundamento de la explotación y de la pobreza. La segunda vulneración es la destrucción de sus valores. Que podría entender, también, como lo que da fundamento y sentido a la convivencia y a la existencia de cada persona. Con esta vulneración, se tratan de destruir los fundamentos simbólicos y espirituales de una comunidad, que incluye evidentemente sus valores. Por ello puedo llamar a este nivel como la vulnerabilidad simbólica. Aquí podemos observar ejemplos muy sutiles como la utilización de los símbolos de la comunidades doblegadas como sinónimos de la posesión que se ha echo sobre ellos; como formas de apropiación abrupta de formas de conocimiento, rituales y religiones, que son asimiladas y validadas sólo desde los símbolos y referentes de las comunidades hegemónicas. El tercer nivel de la vulneración racial de las relaciones intercomunitarias, es el que se refiere a la devastación. Cuando se han limitado los recursos materiales y simbólicos necesarios para el sostenimiento de una comunidad, la experiencia es de devastación de las formas de vida. Con la devastación comunitaria se experimenta indefensión, incapacidad para sostenerse, frustración, mutismo, inseguridad y resentimiento.

Al parecer, las vulneraciones intercomunitarias parecen surgir cuando las contradicciones sociales (desempleo, pobreza, delincuencia común, etc.) se atribuyen a los valores y formas de vida de otras comunidades de valores. Al unir las contradicciones sociales con las diferencias de las comunidades de valores, es muy probable que se terminen por considerar, erróneamente, que las contradicciones y diferencias forman parte fundamental de las otras comunidades de valores. Al atribuirle a los miembros de una comunidad de valores diferente ser el origen de los problemas sociales, por las contradicciones sociales, se les termina desprestigiando, no por su actuar social, sino por su pertenencia. De este modo comienza la formación de algo que se considerará como un mal de origen. Es más, cuando se considera que una comunidad de valores tiene un mal de origen, entonces se justifica que otra comunidad de valores les controle y domine, por medio de la absolutización de las contradicciones sociales (desempleo, pobreza, delincuencia común, etc.) como si la fuente de esos problemas fueran la totalidad de los valores y de las formas de vida de las comunidades de valores diferentes. Es así que en la medida que crece la percepción de injusticia social, aumenta la posibilidad que las comunidades se polaricen. Cuando una de las comunidades utiliza el desprestigio de las formas de vida de los demás, como supuesta fuente de las injusticias sociales, a la par que toma sus propios valores como el parámetro para señalar a los demás como deficientes, empezará lo que con toda seguridad llamo racismo contemporáneo.
Marlon Urizar-Natareno
Frácfort del Meno, 26 de agosto de 2011

miércoles, 20 de julio de 2011

El origen de la raza y porque no puede existir el mentado racismo al revés

Las teorías políticas de Europa occidental se fundaron en una suerte de autoridad que resulta de los consensos de los individuos. Para ello tuvieron que suponer la individualidad como condición universal. Junto a eso tuvieron que suponer que su historia se fundaba en un conjunto de “relaciones continúas y consistentes” (Quijano, 2000: p. 345) con la estructuración y valoración del trabajo, la producción de mercancías y la producción intelectual. Todos estos elementos se entrecruzan para formar una serie de imágenes sociales que luego se unen a la condición de prestigio y plusvalía. De ese modo se termina estableciendo que existen culturas que son más productivas y eficientes que otras. Además, las imágenes sirven para sostener las creencias sociales en diferenciaciones étnicas. Con ello se vé claramente que el racismo no es una simple ideología retórica, y se muestra como una construcción social fundada en imágenes de plusvalías y menosprecio, que jerarquiza las relaciones sociales.

Cobra sentido, entonces, la afirmación de que el racismo es un instrumento de dominación y explotación, en tanto que es una serie de jerarquizaciones sociales junto con imágenes de desarrollo por un lado; y por otro, imágenes de involución o retroceso. Estas imágenes se corresponden con los puestos sociales; por una parte los grupos que han sido considerados desarrollados, mantienen la hegemonía sobre los grupos que se les representa como degradados. Que terminan por estructurar las relaciones sociales, y que asignan posiciones a cada uno de acuerdo a la imagen que se tiene del grupo al que pertenecen; así, se sitúa en puestos privilegiados a los que se identifican con culturas avanzadas, mientras que se subordina a los grupos que se consideran retrógrados. Es evidente que las imágenes tienen que referirse a metáforas de las relaciones sociales. Probablemente por ese motivo muchos estudiosos del tema han confundido el racismo con las imágenes metafóricas y han pensado que se trata de una cuestión de discursos y retóricas. Porque se hace patente que las imágenes metafóricas se unen con el comportamiento social en dos vías: primero, se espera que el proceder de las personas esté influenciado por la pertenencia; y, segundo, se establece una suerte de invariabilidad de los patrones de comportamiento en la historia.

Es necesario remarcar que, sobre las imágenes metafóricas de la pertenencia se constituyen las instituciones, que parecen estar presentes en todas las sociedades actuales; a saber, en palabras de Quijano, “el estado-nación, la familia burguesa, la racionalidad moderna” (2000, p. 348). Obviamente con las imágenes metafóricas, o creencias sociales de desarrollo o de retroceso, no se jerarquizan del todo las sociedades. Para considerarle en toda su complejidad se pueden analizar las estructuras sociales en torno a la plusvalía del trabajo y del salario, así como de la producción de riquezas en tanto procesamiento tecnológico de materias primas. De esa forma, quizás, las imágenes metafóricas se convierten en creencias generalizadas, y de ese mismo modo influyen en las políticas públicas. En donde, contrario a lo que se podría pensar, las retóricas establecen la igualdad entre los seres humanos, pero en las prácticas sociales se les confiere más valor a unos sobre otros. Quiere decir que, en las sociedades jerarquizadas por criterios raciales se establece igualdad de derechos y oportunidades, pero con eso el valor queda sometido a las condiciones de las plusvalías del trabajo y la producción, mientras que las imágenes metafóricas se convierten en el fundamento de las políticas públicas y de las relaciones entre grupos humanos. Es así que el Derecho se convierte en un postulado abstracto, que no coincide con las políticas públicas ni tampoco con las jerarquías socioraciales.

Las jerarquías socioraciales son un entremado complejo, entre las imágenes de pertenencia étnica y el valor del trabajo, así como los recursos naturales en tanto propiedades privadas; la diferenciación de espacios de convivencia social en torno a los valores e imágenes de plusvalía, ideas referidas a los avances o retrocesos; también, la regulación de espacios geográficos que transmutan en espacios de segregación fundados en las imágenes sobre el comportamiento y las costumbres. Es así que las imágenes racializadas se convierten en valores y creencias generalizadas y empiezan a influir en las políticas públicas. Todo esto me podría dar la pista sobre que las relaciones racializadas tienen elementos comunes, tales como la diferenciación del valor del trabajo, la pertenencia y la procedencia como criterios de comportamiento, así como la valoración que se tiene en las relaciones sociales. Las imágenes sobre el valor que tienen las personas y las presunciones sobre su comportamiento, junto con la imagen de sus costumbres, me muestran que el nuevo racismo es una construcción social de dominación, y aunque con ello descubro características del racismo moderno, con ello no puedo decir que todos los racismos sean iguales, o que se trate de una cuestión que acompaña, de manera inevitable, a las relaciones de todas las sociedades. Un ejemplo de esta contradicción son los análisis que tratan de presentar el racismo como una cuestión de distinciones de colores de piel, estos análisis encuentran rápidamente la dificultad de que han existido racismos entre diferentes grupos aunque a simple vista ambos eran blancos, el gran ejemplo son las complejas relaciones de las personas del este de Europa que han emigrado a EEUU. Tampoco se puede generalizar en los discursos y sus estructuras de encubrimiento. En cambio, si se toma el racismo como un instrumento de dominación puedo empezar a descubrir que tiene elementos comunes que nos hace distinguirlo como una aberración de los demás. Aunque la ideología tratará de cubrir este juicio fundamental de la moral, cuando se nota que el racismo corresponde con los afanes de explotación y con la creación de imágenes del comportamiento de los demás de acuerdo a su procedencia. Esto podría aparecer como evidente en las relaciones sociales cotidianas, sobre todo cuando se observa que se exacerban los temores entre grupos humanos, y las reacciones se pueden tornar en estrictos controles policiacos y la justificación de agresiones.

Esto último es necesario que sea matizado, ya que es evidente que los grupos hegemónicos tienen en sus manos el manejo de políticas públicas, que se encargarán de preservar las jerarquías socioraciales, sobre todo a través del control de la sexualidad en la familia burguesa. En esta línea puedo empezar a dilucidar, sobre la comprensión del racismo como un instrumento de dominación en las jerarquías sociales y la distinción del valor del trabajo, que no puede haber un racismo que los doblegados ejerzan sobre los que les reprimen, sino que podrían tratarse de reacciones de desconfianza o hasta de resentimiento al sometimiento. Por eso se dice que los grupos que han sido doblegados por criterios raciales se entregan a las subculturas de la violencia1, pero se tiene que matizar que eso es una reacción de defensa, que en muchos casos manifiesta la impotencia y la ira que produce el rechazo, la minusvaloración y la segregación constantes, y no se presenta como un instrumento sistemático de dominación, sino como una reacción que trata de desarticular el menosprecio.


Fráncfort del Meno, 15 de julio de 2011

domingo, 29 de mayo de 2011

La sutil ideología del olvido

En la idea de Guatemala o de las llamadas Guatemalas se esconde la idea de un sujeto con características muy particulares, que se torna ideológico cuando se toma la llamada Guatemala inmanente como fundamento de la lógica de la pertenencia y de la lógica de la diferenciación, que propone Oswaldo Salazar en la entrevista realizada por Marta Sandoval en elperiódico del 29 de mayo de 2011 (http://www.elperiodico.com.gt/es/20110529/domingo/196050/">http://www.elperiodico.com.gt/es/20110529/domingo/196050/).

Quizás la Guatemala, sin s al final, es puesta en una clase media urbana, que reclama un origen europeo, y que con ello trata de diferenciarse de lo que Salazar nombra como las Guatemalas. Es notorio que dentro de la visión de las Guatemalas se incluyen el resto de visiones. A su vez se hace evidente que la idea de Guatemala es tomada como el punto de referencia para considerar a las Guatemalas. Por ejemplo, cuando Salazar afirma que los guatemaltecos no protestan porque no consideran que exista un interlocutor válido, puesto en las instituciones de las modelos occidentales de gobierno y que no se debe a una falta de criterio o de carácter, está tomando como referencia a los sujetos de una clase media urbana que reclaman una identidad occidental. Esto en un primer plano, no obstante con ello está olvidando e ignorando a una gran parte de las personas que integran a lo que el mismo ha dado en llamar las Guatemalas. Por ejemplo, está omitiendo el análisis de las otras Guatemalas que protestan bajo el criterio de justicia y restitución, y no tanto bajo una visión occidentalizada de instituciones válidas o inválidas en tanto efectivas o prácticas. Me parece que el olvido se torna peligrosamente ideológico, cuando consideramos que ha ignorado las luchas indígenas, así como las constantes luchas campesinas que siguen estando vigentes en el país. Pienso por ejemplo en la reciente resistencia de las comunidades del río Polochic a las hidroeléctricas, o a los intentos de desalojos de fincas obtenidas fraudulentamente. Considero que este olvido no es fortuito, sino que es ideológico, porque se está considerando como sujeto a alguien que tiene ciertas características; por ejemplo que “no protesta”, que no es “optimista” (entendiendo el optimismo como los afanes de mejorar o de transformar las situaciones de injusticia) y que no es “ingenuo”, porque no considera que exista una institucionalidad que valide sus luchas por transformar la realidad. Este sujeto que menciona Salazar me parece que es de una clase media y que probablemente exija para sí un origen europeo, además que considere que el resto de personas son masas que no tienen ningún criterio y que por ese motivo tratan de “motivarse” o de ser “optimistas” en iglesias o mítines políticos.

Esta ideología del olvido, y de la consideración de una sola postura dentro de las llamadas Guatemalas, es un modelo totalmente contradictorio. En primer lugar considera que existen dos lógicas; una de pertenencia, que se podría asociar con la de los intentos históricos de castellanización de los indígenas, y por otro lado la lógica de diferenciación étnica, que se podría asociar con las recientes afirmaciones de identidades indígenas. A la lógica de pertenencia le atribuye un trasfondo en la filosofía moderna, mientras que a la lógica de la diferenciación le atribuye un fundamento en lo que llama filosofía crítica. Cuando Salazar habla de una filosofía crítica creo que apela a un principio de diversidad que diferencia lo singular de lo particular de la realidad. En ambos casos me parece que subyace la idea de Guatemala, como construcción de identidad que trata de enmarcarse en un sistema político específico, en este caso las democracias repúblicanas y liberales. En ese sentido, Guatemala funciona como un principio o un fundamento sobre el que se establecen sendos procesos; de una parte se pueden ver los procesos de identidad o de identificación, así como los procesos de diferenciación, pero todos estos procesos formados a partir de la misma idea o del mismo modelo político inspirado en las democracias republicanas, que consideran que la validez de las instituciones depende de que tanto mantienen los intereses de los ciudadanos con cierto estatus económico. Cuando vemos que el fundamento de este análisis es tomar la idea de Guatemala, en lo que Salazar llama la Guatemala inmanente, para analizar a las Guatemalas, comprendo que su análisis olvide a las personas de las llamadas Guatemalas. Sin embargo, no sólo olvida sino que ideologiza cuando toma la idea de la Guatemala inmanente, en los criterios de institucionalidad y de las características de sus sujetos, como el parámetro para analizar a las Guatemalas como el fundamento de estas dos lógicas. El olvido se torna ideológico cuando invisibiliza las luchas campesinas e indígenas, porque tiene que tomar los criterios de un modelo particular y singular para aplicarlo sin más a las realidades de las llamadas Guatemalas de manera absoluta y excluyente.

lunes, 6 de abril de 2009

Mirada de Jesús Nazareno del Consuelo

Sigue tu paso lento
conteniendo el lamento,
del peso del viento
mirada de tormento.

Abandona el aliento
vuelve la mirada lento,
al paso del sufrimiento
mirada de aliento,
bajo la cruz del tormento.

Labio entreabierto,
dolor que cala dentro,
embarca el sufrimiento
mirada que detiene el viento,
hunde tu mirada dentro,
deten el tiempo,
abandona el momento,
conten el afecto
ilumina perfecto,
camina lento.

Enciende el lamento,
muestra el tormento,
ánima de sufrimiento
dobla la rodilla al encuentro,
sigue caminando lento,
destroza el sufrimiento
mirada que cala dentro.


Marlon Urizar
Frankfurt am Main, 5 de abril de 2009