martes, 19 de agosto de 2008

¿Qué es Guatemala?

Esta pregunta ha rondado mi cabeza por mucho tiempo, y la reactivó un video que realizaron los hermanos Eduardo y Stefan Benchoam para la banda inglesa "The wave pictures". El video fue filmado en la zona 1 de la capital de Guatemala y muestra a personajes que se pueden ver cotidianamente en ese lugar cantando la canción “Just Like a Drummer”[i]. El video es una explosión de imágenes evocadoras de este espacio estético que es Guatemala. Eso me hizo pensar sobre lo que es Guatemala, y encontré tres significados fundamentales: I) Nacionalismo, II) Integracionalismo y III) Indigenismo. Cada significado tiene una necesidad de fundamento en una práctica social, en una ideología económica o en una religión. De la misma manera tiene tres ámbitos; la dimensión social, cultural, -estas dos dimensiones están relacionadas con el destino de pertenencia-, y por último la identificación o caracterización en uno de esos grupos en un elemento histórico. Es evidente que esta última parte tiene íntima relación con todas las anteriores. Los tres significados son explicaciones que se encuentran de nosotros mismos. A veces puede encontrarse una combinación entre las posturas, principalmente en la ideología y la religión, como necesidad de fundamento de prácticas sociales, claramente porque no se trata de esencias, sino de identificaciones o adhesiones con uno de esos significados.

I) El significado del nacionalismo encuentra en la idea de Guatemala un fundamento para la necesidad de unidad, para ello tiene los símbolos patrios como necesariamente sagrados para cohesionar una identidad a partir de esta idea. Esta postura es tomada por las clases medias y altas, motivados por las ideas de un nacionalismo patrio impulsado en las escuelas, a través de la veneración de los símbolos patrios y de la búsqueda de fuentes de sentido de pertenencia a la nación, por medio de desfiles nacionales en el día de la independencia, actos cívicos, etc. Es evidente también que estas clases medias y altas están unidas a una religiosidad cristiana, católica o protestante, de corte conservador, es decir, en la adhesión a prácticas espirituales que tratan de circunscribirse únicamente a ritos y cuestiones religiosas, que no tengan un vínculo explícito con discursos políticos y económicos. Casi siempre siguen postulados económicos ligados a propuestas de mercado y productividad, acuñados, primero por el liberalismo y luego por el neoliberalismo. Entretanto, admiran la historia de los antiguos mayas, no obstante, niegan que estos tengan un vínculo directo con las culturas indígenas que cohabitan actualmente en el país. Reclaman para sí una identidad que se remonta a orígenes españoles con el reconocimiento de un leve mestizaje con los pueblos vernáculos. Esta postura la represento con la imagen que utilizó Luis Domingo Valladares Molina al referir que todos los guatemaltecos tenemos en nuestras venas una “gotita de sangre indígena”, con la pequeñísima diferencia que “la gotita” que corre por las venas de Valladares Molina era de la princesa doña Luisa de Xiconténcatl[ii]; en donde evidentemente no se permite pensar que pudiera tener más de una “simple gotita de sangre indígena”. De esta manera los afines al nacionalismo encuentran síntesis de su significado en la independencia nacional, en los símbolos patrios y en figuras de instituciones como el Ejército, así como en la promoción de artistas y deportistas que den motivos de orgullo nacional. También consideran que el reconocimiento de los pueblos indígenas dividiría al país.

Esta explicación puede ser duramente criticada desde postulados históricos, ya que este espacio territorial que llamamos Guatemala era propiedad de ciertas familias de criollos que les convenía explotar estas tierras sin tener que pagar tributos a los reyes de España, alentados por el ejemplo de la independencia en Estados Unidos, pero principalmente por los ideales de la Revolución Francesa; “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Con esto se puede concluir que Guatemala es una invención de los criollos, que no cambiaba en nada el sistema económico con relación al dominio de España, ya que únicamente ponía a los caporales en la lista de los principales. Para ello se explicó que los españoles que llegaron a estas tierras no formaban parte de la aristocracia española, sino que eran gentes que buscaban porvenir sin tener una cuna de oro que les respaldara para no tener que someterse a semejante aventura[iii]. Basta decir que muchos de los “traídos”[iv] tenían sobre sí la fuerte sospecha de no ser de origen cristiano “puro”, sino moro o judío, cuestión que la corona de Castilla erradicaba en el momento en que aprobó la salida de Cristóbal Colón para las Indias Occidentales. Bajo esta explicación encontramos que lo que constituyó las llamadas élites en nuestro país no era la rancia aristocracia europea, sino más bien se conformó en estas tierras como una “aristocracia advenediza” que velaba por los intereses de la corona española, y por supuesto, de pasada, “pero sólo de pasadita”, se guardaban algo por sus “múltiples sacrificios y trabajos” a favor de sus majestades en ultramar.

II) Con el significado de ser el fruto de una mezcla de culturas, no sólo indígena y española, sino también alemana e italiana, ciertas clases medias, no sólo ladinas sino también indígenas, han promovido la necesidad de integrar todas las manifestaciones culturales presentes en el país, en una especia de simbiosis que deja cierto margen a la posibilidad de vivir siendo diferentes. La necesidad de los que acuñan este significado integracionalista se funda en que es necesario que todos seamos iguales en derechos, obligaciones y oportunidades. Esta postura se ha identificado con discursos socialistas de derecha, pero también han sido cercanos al neoliberalismo, principalmente en posturas relacionadas a la defensa de la libertad de los individuos y de las empresas, así mismo a izquierdas democráticas[v] y grupos que se han inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Este significado encuentra fundamento en la Revolución de Octubre de 1944 y en la firma de los Acuerdos de Paz en 1996.

La mencionada simbiosis cultural tiene el gran problema que solamente yuxtapone las culturas sin un reconocimiento pleno de la identidad cultural como integridad personal, en las condiciones morales y de solidaridad, así como la transformación de las motivaciones sociales que generan conflictos y confusiones en la apreciación mutua, principalmente a través de la educación y los medios de comunicación. Con todo esto se ha llegado a extremos tales en que se reconocen únicamente imágenes idealizadas y románticas que no conducen a un ámbito ético de solidaridad y de transformaciones económicas[vi], sino más bien a discursos paternalistas y flokloristas de la realidad de exclusión de los indígenas. De la misma manera, esta postura reporta la grave tentación, principalmente entre los ladinos, a tomar un neoconservadurismo en que se afanan superficialmente por reconocer a los indígenas, mientras mantiene muy arraigada su pertenencia a occidente; situándose en una altura que les pone como benefactores de los indígenas. Mientras que la tentación de los indígenas está en formar un interés desmedido por occidentalizarse, no a las influencias ladinas por supuesto, sino a las influencias culturales que ejercen los Estados Unidos.

Considero que el integracionalismo es el fundamento de movimientos de corte neoconservaduristas. El ejemplo más reciente es el movimiento llamado “Guateamala”, que plantea la idea de un significado fundamental en la idea de Guatemala como el fruto del mestizaje entre la cultura occidental y las culturas indígenas. Claro, esto tiene que ser matizado, porque las culturas indígenas son representadas como un elemento grandioso en sus manifestaciones culturales, no así en la pobreza ingente en la que continua sumida, mientras que este tipo de ideas trata de permear el llamado imaginario colectivo, o inconsciente colectivo, con ideas que motiven a los guatemaltecos a salir adelante por medio de las modas actuales de “automotivación y autoestima” que les den un significado y un impulso propio a la llamada “guatemalidad”; esta idea tiene también el componente que se acerca a la concepción que mientras más creamos en nosotros mismos nos convertiremos en más productivos para las condiciones de la economía de mercado. Evidentemente esta manifestación última de lo que comenzó Justo Rufino Barrios en 1871, ha sido modificada por los sucesos del período de la Revolución de Octubre de 1944, con la consolidación de una élite ladina, que tuvo acceso a educación formal en universidades y nivel medio y que se convirtieron en la fuerza de trabajo para la burocracia estatal, representada en servicios tales como: salud, banca y educación, entre otros. Esto consolidó una clase media que mantiene ciertos privilegios por su cercanía con las instituciones del Gobierno así como con las grandes tierras, principalmente de la costa sur y boca costa, en la producción de los monocultivos. Lo cierto es que los indígenas terminan quedando como una idea representativa que no llega a considerar los graves problemas de pobreza, exclusión y racismo en el que se encuentran sumidos. Es decir, en las prácticas sociales, en el lenguaje y en las creencias sociales el indígena sigue siendo considerado como un ciudadano de segunda, aunque a nivel de discurso eso no se manifieste abiertamente.

III) El indigenismo surge como una respuesta al creciente racismo que terminó en el exterminio de comunidades completas durante el enfrentamiento armado. Este movimiento tiene la necesidad de que los pueblos indígenas sean reconocidos y valorados en sus diferencias culturales. Es por ese motivo que estos grupos reivindican sus nexos directos con los antiguos mayas y afirman que en sus culturas se encuentran vivas esas manifestaciones ancestrales. Por ello se reclama que los pueblos indígenas sean reconocidos como nacionalidades diferentes, principalmente en sus idiomas, costumbres y religiones. Este movimiento ha traído a colación problemas económicos que viven las comunidades indígenas, principalmente en el movimiento campesino que surge en la década de los 70’s y que fue duramente perseguido durante el conflicto armado, pero que luego encontró un espacio de reivindicación con los acuerdos de paz en 1996. El problema principal es la tenencia de la tierra con lo que se han conseguido el atributo de ser simpatizantes de ideas socialistas. Sin embargo, en este movimiento encuentro ideas y concepciones diferentes sobre la tierra, y por ello los campesinos no han sido comprendidos en sus reclamos. Las formas legales sobre la tierra en Guatemala han sido inspiradas en los modelos legales europeos que buscan sustentar la idea de productividad en la propiedad privada. Quiere decir que el modelo legal sobre la tierra en Guatemala está fundado en dos imágenes legales sobre la tierra: la propiedad privada y la propiedad pública y colectiva. No obstante, dentro de la cosmovisión indígena se tiene un sentido de pertenencia a la tierra, cuestión que las ideas de corte europeo sobre la tierra no pueden contemplar. Quiere decir que para los indígenas la tierra no es un bien más, sino que es el espacio vital en el que se habita, y por ello la tierra tiene el significado de la adhesión maternal, espiritual e histórica. Porque no se posee una tierra sólo por una ley, sino por el tiempo que se ha vivido en ella y la significación que eso conlleva.

Una de las críticas más fuertes a este movimiento radica en que se trata de discursos de organizaciones internacionales que tratan de imponer un orden foráneo a las comunidades en Guatemala. De esa manera se dice que los indígenas repiten un discurso que se les ha impuesto para obtener financiamiento internacional, por lo que se indica que lo maya es una invención extranjera y con ello se le resta credibilidad. Ciertamente, el discurso de reivindicación se ha utilizado como un elemento de folklor superficial, que no representa a los indígenas y que no ha cambiado las prácticas sociales, principalmente en los graves problemas económicos que atraviesan estas comunidades, que también se manifiestan en exclusión social.

A manera de conclusión presento la alternativa del reconocimiento (Honneth, 1992), en tres niveles: 1) Nivel moral y psicológico de la integridad personal de los pueblos que cohabitan en Guatemala, a su vez en tres niveles de reconocimiento: a) integridad física de la persona, b) integridad social de la persona y c) el reconocimiento de la dignidad de las personas. La parte del derecho pertenece al inciso b, y aunque es muy importante no considera la totalidad del problema. 2) Nivel de las dinámicas sociales, en un proceso de diferenciación en que se distingan los motivos morales de convivencia y las fuentes de los conflictos sociales. 3) El nivel ético en que se reconoce la historia conjunta y se pueden tomar las medidas necesarias para la posterior convivencia que mira, no sólo a la confluencia o yuxtaposición de espacios sociales y culturales, sino que apunta hacía la solidaridad y el aprecio mutuo.
Marlon Urizar
Frácfort del Meno, 19 de agosto de 2008

[i] El video lo pueden ver con alta resolución en: http://www.colectiva.tv/wordpress/ o en http://www.vimeo.com/1485219, también se puede ver en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=gSKeUoCpXeI
[ii] Entrevista realizada a Luis D. Valladares Molina en Revista Domingo de Prensa Libre, el 8 de junio de 2008. Disponible en: http://www.prensalibre.com/pl/domingo/archivo/revistad/2008/junio/08/frente.shtml
[iii] Cf. Casaús Arzú, Marta Elena (2007). Guatemala: Linaje y Racismo. Guatemala: F&G Editores.
[iv] Juego con el significado que tiene en Guatemala la palabra “traída”, como sinónimo de novia o enamorada. Al parecer, la palabra traída evolucionó de las doncellas españolas que los criollos llevan a Guatemala para casarse con ellas y no tener que mezclarse con los indígenas y mestizos (ladinos), a las que llamaban traída de España.
[v] Principalmente en las décadas de los 60’s a los 80’s del siglo pasado, existieron ciertos movimientos que apoyaron un socialismo extremo como el impulsado por Stallin en Rusia.
[vi] Cf. Honneth, Axel (1992). Kampf um Anerkennung. Zur moralischen Grammatik sozialer Konflikte. Frankfurt am Main: Suhrkamp.

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