Dos preguntas importantes se me han planteado desde que estoy estudiando en Alemania: ¿Es usted indígena? Y ¿Por qué estudiar a filósofos alemanes siendo usted de Guatemala? Han sido dos preguntas que han desestabilizado las creencias que tenía. La primera pregunta fue un duro golpe porque no sabía en realidad que responder. Luego de varias preguntas en el mismo tono, ahora respondo con mucha seguridad que soy indígena quiché, y aunque no conozco el idioma quiché a cabalidad, tengo algunas nociones y definitivamente lo llevo en la sangre, porque mi familia tiene ascendencia quiché y probablemente española o alguna de esas advenedizas. La segunda pregunta también es complicada, porque lleva a mis interrogadores a otra: ¿qué pensadores tienen en Guatemala, qué relación tienen con los indígenas de esas tierras? La respuesta para esta segunda pregunta es todavía más complicada, por mostrarme lo evidente: he vivido viéndome en un espejo que no sabe quién soy, y yo que pensaba que podía verme en los filósofos europeos. Tonto de mí. Lo cierto es que tuve que explicar, con mucha dificultad, que existían acercamientos desde la fenomenología a las culturas vernáculas, lo que causó extrañamiento entre mis interpeladores, no porque la fenomenología sea una corriente poco idónea para ello, sino porque esperaban que en mi respuesta se pudiera vislumbrar otro tipo de pensamiento, otras propuestas que pudieran mostrarles nuevas alternativas de pensamiento y no sólo repetirles las teorías “aplicadas” de los filósofos que ellos ya conocen muy bien, y que por lo mismo ya no veneran, más que para seguir construyendo el pensamiento.
Mientras que en una reunión con becarios me encontré con un buen amigo, de estos que aunque no nos conocíamos de antes, bien pudimos haber sido amigos de años, se trata del filósofo mexicano Juan Manuel Contreras, que me introdujo la curiosidad sobre los Tlamatinime, que eran los filósofos precolombinos en Mesoamérica.
Claro, lo sorprendente de los estudios que encontré sobre los Tlamatinime es que sus aportes no han sido tomados en cuenta y hasta se les ha tildado que en realidad no eran filósofos, sino más bien poetas-magos, para terminar dejándoles como figuras oscuras que promovían un destino implacable e incuestionable. Lo lamentable de todo esto no es que se trate de una desestimación realizada por foráneos, porque los extranjeros se han interesado por esos aportes. Un ejemplo contundente es la actividad del ábate francés Etienne Charles Brasseur de Bourboung, en la primera mitad del siglo XIX en las tierras cercanas al lago de Atitlán, que se dio a la importante tarea de recopilar y traducir el Rabinal Achí, como una muestra del teatro precolombino que no había sido alterado por los españoles y por ende por los cánones de pensamiento occidental[i]. Del prólogo de Cardoza & Aragón al Rabinal Achí (1981) se puede vislumbrar la manera en que el ábate prácticamente arrancó a los indígenas la verdad sobre este relato; uno de los ancianos que sabía el baile, la música y el relato de El Varón de Rabinal se enfermó, y el ábate tenía dotes de curandero, así que como pago por sus buenos oficios exigió que se representara ante él el mencionado teatro precolombino. Esto hace ver claramente que los indígenas estaban atemorizados para que no divulgaran, mantuvieran y mucho menos siguieran esas prácticas y relatos.
De mis investigaciones puedo extraer que los tlamatinime eran verdaderos filósofos, que se dedicaban a la búsqueda de la verdad, y lo expresaban por medio de la poesía; se cuestionaron sobre la naturaleza del ser humano y su relación con las divinidades y también servían como educadores de la juventud así como orientadores y consejeros en los problemas de la vida. Miguel Ángel Asturias los menciona en su obra Tres de cuatro soles[ii].
Entre otras críticas, se plantea que los Tlamatinime no eran en realidad filósofos, sino más bien poetas. Y estas críticas vienen de los que defienden la postura que la filosofía en Latinoamérica primero tiene que conocer muy bien la filosofía occidental para poder llegar a ser “sistemática”, al igual que la filosofía de Europa[iii]. Por lo que pregunto, si Platón no recurrió al mito para explicar los vericuetos del conocimiento y la verdad; si las noticias que tenemos de Parménides no son por extractos de poemas. ¿En qué punto específico se encuentra la línea divisoria entre la filosofía y el mito; entre la filosofía y la poesía? Pero no quiero seguir en esta línea, porque es un camino sin salida, y además se convierte en una postura decrépita que se afana por igualar los pensares de los habitantes de estas tierras con el pensamiento occidental, en un intento de “normalizar” dicho pensamiento y tratar de “ponerlo a la altura de la filosofía occidental”, como si tal pensamiento necesitara ser validado para ser aceptado. Porque al fin de cuentas, se le considera inferior y de segunda. Creo que el que nos induce a esta práctica es Fray Bernardino de Sahagún[iv], que con la buena intención de recopilar la ciencia y la sabiduría que habían cultivado los habitantes de estas tierras, terminó por tratar de analogar este conocimiento con lo que se tenía por verdad en el cristianismo y en la filosofía occidental. A partir de ese momento nuestra carrera es la analogía y la comparación. Carrera que de salida sabemos que ya perdimos. Seguir en esta línea me parece una actividad no sólo infructífera sino que termina agotándonos en la galopada de no saber muy bien quiénes somos aunando a que primero tendríamos que conocer bien el pensamiento europeo para poder, con esa ingenua postura, encontrar la manera de que nuestra ciencia y filosofía sean válidas y se puedan equiparar con el conocimiento occidental. Definitivamente estamos nuevamente ante la fatalidad dialéctica que condena nuestro pensar y nuestra ciencia a una actividad de segunda, que siempre tiene que asemejarse a la occidental y con ello tener la ingenua idea que será válida; sin darnos cuenta que lo único que conseguimos es darle largas al yugo invisible de sometimiento y entrega absoluta.
Ahora cuando me pregunten si soy indígena voy a responder con mucha claridad que soy quiché; cuando me pregunten qué pensadores tenemos en Mesoamérica, voy a responder que los Tlamatinime y definitivamente cuando me toque dar una clase sobre filosofía, ya no voy a empezar con los presocráticos, mucho menos con Platón y Aristóteles; ahora voy a empezar apuntando en el pizarrón con letras grandes: TLAMATINIME[v].
Mientras que en una reunión con becarios me encontré con un buen amigo, de estos que aunque no nos conocíamos de antes, bien pudimos haber sido amigos de años, se trata del filósofo mexicano Juan Manuel Contreras, que me introdujo la curiosidad sobre los Tlamatinime, que eran los filósofos precolombinos en Mesoamérica.
Claro, lo sorprendente de los estudios que encontré sobre los Tlamatinime es que sus aportes no han sido tomados en cuenta y hasta se les ha tildado que en realidad no eran filósofos, sino más bien poetas-magos, para terminar dejándoles como figuras oscuras que promovían un destino implacable e incuestionable. Lo lamentable de todo esto no es que se trate de una desestimación realizada por foráneos, porque los extranjeros se han interesado por esos aportes. Un ejemplo contundente es la actividad del ábate francés Etienne Charles Brasseur de Bourboung, en la primera mitad del siglo XIX en las tierras cercanas al lago de Atitlán, que se dio a la importante tarea de recopilar y traducir el Rabinal Achí, como una muestra del teatro precolombino que no había sido alterado por los españoles y por ende por los cánones de pensamiento occidental[i]. Del prólogo de Cardoza & Aragón al Rabinal Achí (1981) se puede vislumbrar la manera en que el ábate prácticamente arrancó a los indígenas la verdad sobre este relato; uno de los ancianos que sabía el baile, la música y el relato de El Varón de Rabinal se enfermó, y el ábate tenía dotes de curandero, así que como pago por sus buenos oficios exigió que se representara ante él el mencionado teatro precolombino. Esto hace ver claramente que los indígenas estaban atemorizados para que no divulgaran, mantuvieran y mucho menos siguieran esas prácticas y relatos.
De mis investigaciones puedo extraer que los tlamatinime eran verdaderos filósofos, que se dedicaban a la búsqueda de la verdad, y lo expresaban por medio de la poesía; se cuestionaron sobre la naturaleza del ser humano y su relación con las divinidades y también servían como educadores de la juventud así como orientadores y consejeros en los problemas de la vida. Miguel Ángel Asturias los menciona en su obra Tres de cuatro soles[ii].
Entre otras críticas, se plantea que los Tlamatinime no eran en realidad filósofos, sino más bien poetas. Y estas críticas vienen de los que defienden la postura que la filosofía en Latinoamérica primero tiene que conocer muy bien la filosofía occidental para poder llegar a ser “sistemática”, al igual que la filosofía de Europa[iii]. Por lo que pregunto, si Platón no recurrió al mito para explicar los vericuetos del conocimiento y la verdad; si las noticias que tenemos de Parménides no son por extractos de poemas. ¿En qué punto específico se encuentra la línea divisoria entre la filosofía y el mito; entre la filosofía y la poesía? Pero no quiero seguir en esta línea, porque es un camino sin salida, y además se convierte en una postura decrépita que se afana por igualar los pensares de los habitantes de estas tierras con el pensamiento occidental, en un intento de “normalizar” dicho pensamiento y tratar de “ponerlo a la altura de la filosofía occidental”, como si tal pensamiento necesitara ser validado para ser aceptado. Porque al fin de cuentas, se le considera inferior y de segunda. Creo que el que nos induce a esta práctica es Fray Bernardino de Sahagún[iv], que con la buena intención de recopilar la ciencia y la sabiduría que habían cultivado los habitantes de estas tierras, terminó por tratar de analogar este conocimiento con lo que se tenía por verdad en el cristianismo y en la filosofía occidental. A partir de ese momento nuestra carrera es la analogía y la comparación. Carrera que de salida sabemos que ya perdimos. Seguir en esta línea me parece una actividad no sólo infructífera sino que termina agotándonos en la galopada de no saber muy bien quiénes somos aunando a que primero tendríamos que conocer bien el pensamiento europeo para poder, con esa ingenua postura, encontrar la manera de que nuestra ciencia y filosofía sean válidas y se puedan equiparar con el conocimiento occidental. Definitivamente estamos nuevamente ante la fatalidad dialéctica que condena nuestro pensar y nuestra ciencia a una actividad de segunda, que siempre tiene que asemejarse a la occidental y con ello tener la ingenua idea que será válida; sin darnos cuenta que lo único que conseguimos es darle largas al yugo invisible de sometimiento y entrega absoluta.
Ahora cuando me pregunten si soy indígena voy a responder con mucha claridad que soy quiché; cuando me pregunten qué pensadores tenemos en Mesoamérica, voy a responder que los Tlamatinime y definitivamente cuando me toque dar una clase sobre filosofía, ya no voy a empezar con los presocráticos, mucho menos con Platón y Aristóteles; ahora voy a empezar apuntando en el pizarrón con letras grandes: TLAMATINIME[v].
Marlon Urizar
Fráncfort del Meno, 4 de agosto de 2008
[i] Cf. Cardoza & Aragón, Luis (1981). Rabinal Achí. México: Ed. Porrúa
[ii] Asturias, Miguel Ángel (1977). Tres de cuatro soles. México: FCE
[iii] Cf. http://www.bu.edu/wcp/Papers/Lati/LatiRodr.htm y http://books.google.com.gt/books?id=epPXKbb1_rYC&pg=PA175&lpg=PA175&dq=tlamatinime&source=web&ots=ztbcL-_olR&sig=AzW-S5YJDTWCH1u55wcKR8H0ph0&hl=es&sa=X&oi=book_result&resnum=7&ct=result#PPA183,M1
[iv] Sahagun, Bernardino de (1975). Historia general de las cosas de Nueva España: fundada en la documentación en lengua mexicana recogida por los mismos naturales. México: Ed. Porrúa.
[v] Cf. Schmidt, Carola. La personalidad de los tlamatinime y su cosmovisión en "Tres de cuatro soles” de Miguel Ángel Asturias. Anales de literatura hispanoamericana, ISSN 0210-4547, Nº 17, 1988 , pags. 61-70. Disponible en: http://www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/02104547/articulos/ALHI8888110061A.PDF
1 comentario:
Hola Marlon
Hemos leído tu reflexión acerca de los Tlamatinime y las causas que te llevaron a investigar sobre estos sabios filósofos mesoamericanos, nos da mucho gusto que hayas llegado a esas conclusiones, ya que los tlamatinime nos dan una identidad propia en este universo de globalizado y de discriminación. Gracias por tu escrito que nos da cuenta de todo lo que pasa cuando como latinoamericanos vamos a estudiar al extranjero.
Y decirte que este documento tuyo lo vamos a comentar en una clase de preparatoria. Felicidades!!!
Glenda y Enrique
orgullosamente mexicanos
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