He estado pensando en los comentarios en este blog, y quiero empezar a dar algunas respuestas. Creo que sí se tiene que comprender la realidad, pero más que comprenderla es cada vez más apremiante transformarla, no estoy pensando en una revolución armada por supuesto, pero creo que se pueden hacer cambios; sobre todo en la educación, se puede impulsar una reforma educativa que incluya la formación en la conciencia de la responsabilidad absoluta que tenemos con nuestros actos, junto con la comprensión de nuestro entorno, de nuestra historia y de nuestros problemas, para poder hacer que las personas, las comunidades se transformen a sí mismas. Veo en esta senda la posibilidad de cambiar la mentalidad de corrupción y el oportunismo. Es la apuesta por una educación ética definitivamente, que podría esclarecer la manera en que se han hecho las cosas hasta el momento y ver que se puede cambiar el rumbo para no cometer los mismos errores, o al menos ser conscientes de ellos. Cuando logremos ver que la pobreza extrema es un problema que todos generamos en alguna medida; cuando veamos que las acciones u omisiones que tomamos influyen directamente en la historia personal y sobre todo en la comunidad en la que vivimos, y cuando nos demos cuenta que las cosas que hacemos como rutina o sólo por hacerlas, o porque es lo que se ha hecho siempre, es una manera de darle largas a un sistema que nos meterá en problemas tarde o temprano. Por ejemplo, cuando no se hace nada por combatir la pobreza, y tener frente a sí que la mayoría de la población vive en extrema pobreza, generará que cada vez más jóvenes vean el narcotráfico y la delincuencia como un medio para conseguirse el sustento diario. Cada vez tengo más claridad sobre que la negación de las condiciones mínimas de vida deteriora no sólo la condición física de las personas, sino también su condición ética de discernimiento, porque no aprenden a sociabilizar, más bien lo que aprenden es a sobrevivir en una lucha sin tregua, que luego genera una violencia y niveles de maldad y sadismo que pueden llegar a límites inimaginables, que es lo que ya se está viviendo en Guatemala.
Creo que los maestros tendrían que ser los principales agentes del cambio; se les tendría que dar una sólida formación en historia, en economía, en ética. También tendrían que tener presente que los problemas que nos han llevado a donde estamos siguen latentes en el imaginario colectivo; cuestiones tales como el racismo, el clasismo, ideas sobre que la violencia puede contrarrestar o servir de acicate a la gran violencia que ya se vive, y sobre todo, la interiorización patológica del ideal de autoridad en el despotismo y el autoritarismo -en todos los ámbitos; religión, escuela, familia y gobierno, etc. Tendría que ser una reforma desde el congreso, y también desde el ministerio de Educación, pero sobre todo es una revolución en lo humano, no de armas, porque eso sólo consigue "darle la vuelta a la tortilla" -los ejemplos en la historia reciente son muchísimos-, tampoco es una aceptación de las políticas y los parámetros ideológicos de la economía de libre mercado, porque eso ya probó que sólo genera más pobreza y problemas para los países más pobres. Es también, empezar a explorar en la sabiduría de los pueblos indígenas y permitir que esos modelos de vida, que han probado ser más efectivos que los modelos occidentales, porque se fundan en la concepción de comunidad y no de individuo, aporten realmente a todos los problemas que tenemos, no sólo como discursos romantizados o estratégicos, sino ser responsables de nuestro destino, de nuestra condición, de nuestra historia, y de nuestros orígenes. Tampoco es encerrarnos en nosotros mismos, pero requiere de ciertos cambios: durante muchos años hemos estado expuestos a la fatalidad dialéctica de la historia de no saber quienes somos, o negarlo, y hemos pensado ingenuamente que importar los modelos del occidente "desarrollado" nos conduciría hacía la vida buena, no obstante, creo que tendríamos que saber primero quiénes somos y por dónde nos hemos conducido, para evitar la fatalidad dialéctica de la historia de dominación que al ponernos como burdos y patéticos imitadores de occidente lo único que hemos conseguido es alienarnos cada vez más, en la negación de nosotros mismos, y ponernos por ende en una situación de vulnerabilidad frente al occidente desarrollado que puede utilizarnos cuando se les dé la gana y como se les dé la gana. Por supuesto apuesto no por encerrarnos en nosotros mismos, sino cambiar el rumbo que hemos seguido; ya no imitar modelos occidentales y tratar de aplicarlos en nuestra realidad, sino comprendernos, conocernos, apreciarnos y sobre todo ver nuestras potencialidades y virtudes, pero también asumir las consecuencias nefastas de la historia en la que estamos insertos; las que hemos recibido, pero también las que están en nuestras manos transformar. Es entonces, desde nuestra condición, abrirnos a los adelantos de occidente; tales como la democracia, los derechos humanos y los avances científicos y tecnológicos, corriendo junto con nuestras características. Sería una revolución de lo humano.
¿Cómo se ve Centro América en el imaginario europeo? Pues es una pregunta simple y compleja a la vez. Simple, porque existimos sólo como una región tropical que se funde con las visiones romantizadas que se tiene sobre la gente también "tropical", que vive en "armonía con la naturaleza" y que su ingenuidad es su principal virtud porque son inocentes siempre. De Centro América sencillamente no hay noticias en Alemania. Las noticias que se escuchan por acá son de las luchas de los narcotraficantes en México, de los problemas de la guerrilla en Colombia, de los cambios que está realizando Evo Morales en Bolivia y de las acciones de Hugo Chávez en Venezuela. En la respuesta simple, creo que el fundamento que refleja muy bien esta visión es la que da la embajadora de Suecia en Guatemala, Ema Werner, en entrevista a Prensa Libre el 23 de febrero de 2009, en donde dice literalmente: "hay mucho interés por Guatemala, por su cultura, por su historia, por su geografía, pero, claro, cada vez se conocen más niveles de inseguridad e impunidad, y sí (la imagen [de Guatemala]) está en vías de ser muy afectada." La respuesta compleja puede ir más allá; se podría ver que en realidad no existe un deseo sincero por parte de los países desarrollados de transformar la pobreza y la exclusión de los países centroamericanos, sino que parece que sólo tratan de mantener un estado de cosas que permita hacer negocios para que presten sus territorios para la producción y sus recursos naturales para ser utilizados a conveniencia por los países desarrollados. Es la confrontación con la historia dialéctica de dominación, con métodos más sutiles y más difíciles de detectar porque ya han sido interiorizados en los modelos económicos de producción como parámetros que conducen al "desarrollo"; parafraseando a Galeano son nuevas formas de minería, en los monocultivos, o hasta en el mismo narcotráfico.
Creo que los maestros tendrían que ser los principales agentes del cambio; se les tendría que dar una sólida formación en historia, en economía, en ética. También tendrían que tener presente que los problemas que nos han llevado a donde estamos siguen latentes en el imaginario colectivo; cuestiones tales como el racismo, el clasismo, ideas sobre que la violencia puede contrarrestar o servir de acicate a la gran violencia que ya se vive, y sobre todo, la interiorización patológica del ideal de autoridad en el despotismo y el autoritarismo -en todos los ámbitos; religión, escuela, familia y gobierno, etc. Tendría que ser una reforma desde el congreso, y también desde el ministerio de Educación, pero sobre todo es una revolución en lo humano, no de armas, porque eso sólo consigue "darle la vuelta a la tortilla" -los ejemplos en la historia reciente son muchísimos-, tampoco es una aceptación de las políticas y los parámetros ideológicos de la economía de libre mercado, porque eso ya probó que sólo genera más pobreza y problemas para los países más pobres. Es también, empezar a explorar en la sabiduría de los pueblos indígenas y permitir que esos modelos de vida, que han probado ser más efectivos que los modelos occidentales, porque se fundan en la concepción de comunidad y no de individuo, aporten realmente a todos los problemas que tenemos, no sólo como discursos romantizados o estratégicos, sino ser responsables de nuestro destino, de nuestra condición, de nuestra historia, y de nuestros orígenes. Tampoco es encerrarnos en nosotros mismos, pero requiere de ciertos cambios: durante muchos años hemos estado expuestos a la fatalidad dialéctica de la historia de no saber quienes somos, o negarlo, y hemos pensado ingenuamente que importar los modelos del occidente "desarrollado" nos conduciría hacía la vida buena, no obstante, creo que tendríamos que saber primero quiénes somos y por dónde nos hemos conducido, para evitar la fatalidad dialéctica de la historia de dominación que al ponernos como burdos y patéticos imitadores de occidente lo único que hemos conseguido es alienarnos cada vez más, en la negación de nosotros mismos, y ponernos por ende en una situación de vulnerabilidad frente al occidente desarrollado que puede utilizarnos cuando se les dé la gana y como se les dé la gana. Por supuesto apuesto no por encerrarnos en nosotros mismos, sino cambiar el rumbo que hemos seguido; ya no imitar modelos occidentales y tratar de aplicarlos en nuestra realidad, sino comprendernos, conocernos, apreciarnos y sobre todo ver nuestras potencialidades y virtudes, pero también asumir las consecuencias nefastas de la historia en la que estamos insertos; las que hemos recibido, pero también las que están en nuestras manos transformar. Es entonces, desde nuestra condición, abrirnos a los adelantos de occidente; tales como la democracia, los derechos humanos y los avances científicos y tecnológicos, corriendo junto con nuestras características. Sería una revolución de lo humano.
¿Cómo se ve Centro América en el imaginario europeo? Pues es una pregunta simple y compleja a la vez. Simple, porque existimos sólo como una región tropical que se funde con las visiones romantizadas que se tiene sobre la gente también "tropical", que vive en "armonía con la naturaleza" y que su ingenuidad es su principal virtud porque son inocentes siempre. De Centro América sencillamente no hay noticias en Alemania. Las noticias que se escuchan por acá son de las luchas de los narcotraficantes en México, de los problemas de la guerrilla en Colombia, de los cambios que está realizando Evo Morales en Bolivia y de las acciones de Hugo Chávez en Venezuela. En la respuesta simple, creo que el fundamento que refleja muy bien esta visión es la que da la embajadora de Suecia en Guatemala, Ema Werner, en entrevista a Prensa Libre el 23 de febrero de 2009, en donde dice literalmente: "hay mucho interés por Guatemala, por su cultura, por su historia, por su geografía, pero, claro, cada vez se conocen más niveles de inseguridad e impunidad, y sí (la imagen [de Guatemala]) está en vías de ser muy afectada." La respuesta compleja puede ir más allá; se podría ver que en realidad no existe un deseo sincero por parte de los países desarrollados de transformar la pobreza y la exclusión de los países centroamericanos, sino que parece que sólo tratan de mantener un estado de cosas que permita hacer negocios para que presten sus territorios para la producción y sus recursos naturales para ser utilizados a conveniencia por los países desarrollados. Es la confrontación con la historia dialéctica de dominación, con métodos más sutiles y más difíciles de detectar porque ya han sido interiorizados en los modelos económicos de producción como parámetros que conducen al "desarrollo"; parafraseando a Galeano son nuevas formas de minería, en los monocultivos, o hasta en el mismo narcotráfico.