viernes, 3 de octubre de 2008

Los apologetas del dios del mercado

Es un recurso simplista recurrir a la impavidez de un supuesto sistema, sea este económico, político o religioso, por medio de la explicación de una práctica que corre independiente de las acciones humanas, para salvar cuál apologetas de una religión, a una organización de sus errores y limitaciones. Es la apelación a una metafísica ridícula y superficial. Así es, desde que la bolsa de valores de Nueva York se empezó a desplomar la última semana de septiembre, se han escuchado tantas voces que es necesario empezar a matizar a algunas de ellas. Las primeras voces que se escucharon fueron evidentemente los que cantaron a viva voz la derrota del capitalismo y sus políticas neoliberales de corte mercantilista. Voces famosas como la del premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, se hicieron sonar a un volumen más elevado de lo normal, cuando se decía que Estados Unidos, que se había mostrado como la representación de la potencia económica mundial más grande, tendría que girar hacia las políticas socialistas de izquierda. Creo que los que defienden las políticas socialistas se están cobrando todos los bochornos que tuvieron que afrontar cuando el socialismo se empezó a derrumbar a partir de la caída del muro de Berlín en 1989; y se les señaló, con gran ahínco, los errores de dicho sistema y su fracaso estrepitoso en lo económico, pero no sólo, también en una de sus principales promesas; la de erradicar las diferencias sociales. De la misma manera que ahora, se levantaron voces que argumentaron en favor del caído socialismo por medio de explicar que los principios fundamentales del socialismo no habían sido tocados en lo más mínimo por las prácticas erradas de los que lo trataron de poner en práctica.

Todo parecía apuntar que la ocasión del fracaso de Wall Street daba el motivo perfecto para señalar a un sistema que no tenía ninguna consideración por los pobres y que además de todo trataba que el Estado asumiera las pérdidas de un negocio privado. Esta euforia socialista tuvo pocos días de tranquilidad, ya que rápidamente los simpatizantes del neoliberalismo salieron en su defensa. Claro, los que he dado en llamar “los apologetas del mercado”, tuvieron que hacer un previo Mea culpa, somatarse el pecho y rezar mucho para mostrarse arrepentidos por tan ignominioso desatino económico y para terminar de aclarar su arrepentimiento han recurrido a la vieja explicación de la mano del Demonio que tocó a la libertad de los cándidos accionistas, principalmente con las atractivas tentaciones de acudir al Estado para hacer negocios, pero no sólo, sino venderle el alma al Demonio-Estado para que solucione los problemas financieros. No hay recurso más favorable en este confesionario que mostrar que cuando se deleitaban con el pecado no era por otra cosa que por los sutiles engaños de Satanás, que previamente había reducido su conciencia por medio de la voluptuosidad de las ganancias exorbitantes al punto que ejercieron sobre ellos una seducción a la que no se pudieron resistir. Por supuesto la absolución se ve llegar, porque pueden recurrir a la explicación que las medidas que se tomaron en semejante desatino no fueron el producto de los postulados del liberalismo, sino de errores y falsas interpretaciones, en donde el libre mercado avanza inexorable, como un dios al que no le afectan las acciones de los humanos y que se fija en nosotros más que por pura misericordia, recurriendo inmediatamente a la explicación que estos problemas no se debieron a lo establecido por esta impávida divinidad del mercado, sino a la vieja debilidad y fragilidad que cubre al común de los mortales: estar inclinados indefectiblemente a velar solamente por los mezquinos intereses y recordar al buen dios del mercado en momentos difíciles como el que se vive actualmente, porque no se hicieron las cosas de acuerdo a lo que en su infinita sabiduría había dado como un designio universal: todos pueden llegar a ser ricos en el libre mercado, con un Estado reducido y con igualdad de oportunidades.

No me cabe la menor duda que este tipo de explicaciones llevan a un simplismo apologético, que termina por poner a los sistemas más allá de lo humano, con lo que pretenden, además de fetichizarlo, demostrar que los postulados teóricos del mercado pueden correr independientes de la responsabilidad de las acciones humanas
[i]. Esto es como decir: “participemos de la orgía, que de todos modos seremos redimidos al echarle la culpa a Satanás”.

Marlon Urizar

Frácfort del Meno, 3 de octubre de 2008


[i] Cf. Columna de opinión de Álvaro Vargas Llosa, publicada en Siglo XXI el 3 de octubre de 2008.También se puede confrontar la columna de opinión de Jorge Jacobs en Prensa Libre de 2 de octubre de 2008.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Informe de un médico rural

Cuento
Falleció a las 14:30 horas, en el Centro de Salud de Panajachel, Sololá, una mujer que no pudo ser identificada más que por el nombre de Juana, y que se desconocen los apellidos. La mencionada mujer era conocida por mantenerse ingiriendo licor en los alrededores de Panajachel, en donde pedía dinero a los turistas con el que luego compraba licor barato, muchas veces clandestino, que en la lengua de los naturales del lugar es conocido como Cusha o Cuxa y que preparan ellos mismos.

La mujer tenía aproximadamente 30 años de edad y dio a luz a un niño sano de bajo peso, debido a la condición de alcohólica de la madre. La madre muestra una inflamación hepática. Basta agregar que es en realidad sorprendente que el bebé haya sobrevivido al estado de la madre. La mujer tenía una sola pierna; desconozco el motivo por el que le habrían amputado la pierna derecha, pero se puede constatar que fue una cirugía realizada por un profesional ya que la amputación se presenta de manera quirúrgica. La mujer evidencia señales y cicatrices en todo el cuerpo, debido, seguramente, a los golpes que se diera cuando estaba en estado de ebriedad. Por lo tanto, traslado el caso del neonato a la trabajadora social residente en el Hospital Nacional de la cabecera departamental de Sololá, por ser su jurisdicción. El neonato pesó 4.5 libras, tiene todas sus extremidades completas, su tez es blanca y su cabello es castaño, por lo que podría inferir que el padre era algún extranjero.

Traslado de ese modo a una mujer indígena de aproximadamente 30 años de edad a la morgue del Hospital Nacional de Sololá para que se practique la necropsia correspondiente y se hagan las averiguaciones sobre posibles familiares o deudos, a la espera de su identificación y reconocimiento de quien fuera su hijo.

Para ayudar a encontrar a los deudos de la mencionada mujer occisa tengo que mencionar que el personal de limpieza de este Centro de Salud me indicaron que no era originaria de Panajachel, sino que al parecer era originaria de Santa Catarina Palopó a donde la mujer se dirigía constantemente, aunque otras personas indican que la mujer no es originaria de estos alrededores cercanos al lago de Atitlán, sino que procede de algún pueblo del vecino departamento de El Quiché o en su defecto de Totonicapán, a donde se pueden dirigir las investigaciones sobre su paradero y sobre todo para el reconocimiento respectivo de la criatura que milagrosamente sobrevivió a su infortunada madre, ya que fue parte de los comentarios de los habitantes del lugar que la mencionada mujer, conocida solamente como Juana, había sido víctima del conflicto armado interno que azotó a nuestro país en años pasados y que sus padres fueron muertos cuando ella era apenas una niña, detalles que la occisa gritaba por las calles cuando se encontraba bajo los efectos del licor.

Marlon Urizar
Fráncfort del Meno, 21 de septiembre de 2008

sábado, 13 de septiembre de 2008

Justica ≠ Legalidad

Ahora no me cabe duda; la legalidad y la justicia no son lo mismo. Debido a eso creo que en Guatemala la mayoría de las personas piensan que la única justicia proviene de Dios. Lamentablemente esa justica cobra vigor en ultratumba; -demasiado tarde-. El pasado 12 de mayo fueron capturados 387 indocumentados en la planta procesadora de carne Agriprocessors en el estado de Postville, Iowa, Estados Unidos. Fue una redada sin precedente en la historia de esa nación. Los detenidos eran en su mayoría guatemaltecos. Exactamente cuatro meses después de tan infausto suceso, fue anunciado el proceso legal que se lleva en contra de los propietarios de dicha empresa por incumplir con las normativas sobre el trabajo de aquella nación, sobre todo porque contrató a menores de edad, además de los tratos inhumanos que se les daban a los empleados por su condición de indocumentados. Luego de esta noticia no he podido explicarme en qué sistema de legalidad se procesa primero a los agredidos, con penas de hasta cinco años de prisión –cuál delincuentes, y luego a los agresores.

Se dice también que la legalidad estadounidense descansa sobre su democracia, que establece la igualdad de todos sus ciudadanos. No creo que la ciudadanía esté circunscrita a una formalidad como estar inscrito en un libro o en un registro, -me parece sencillamente una razón ridícula. Aristóteles planteaba en la Política que ser ciudadano tampoco es haber nacido en un lugar, sino que el ciudadano se constituye en la participación de la vida política de la polis. Para ello, continúa explicándonos el estagirita, en cada sociedad se han regulado diferentes funciones, y a cada uno le toca desarrollar una función. Así, la tarea de los Legisladores era su participación activa en la Asamblea, pero también la tarea del artesano y el campesino no dejaban de tener importancia, que no por ser actividades más modestas dejaban de ser absolutamente necesaria para la supervivencia de los habitantes de la polis, bajo el argumento que sería totalmente inviable que todos fueran legisladores, o que todos fueran artesanos. Ciertamente Aristóteles consideraba la esclavitud como natural, -y eso suena muy feo en nuestros mojigatos oídos acostumbrados a lo “políticamente correcto”; no obstante, ante semejante injusticia cometida contra los guatemaltecos que trabajaban en Agriprocessors, la consideración de Aristóteles sobre la esclavitud parece un pecadillo venial.
Creo que uno de los motivos por los que se han cometido injusticias en contra de los connacionales trabajadores en aquella nación es precisamente porque se les imputa haber violado la parte formal de la legalidad, expresada en documentos y registros. El delito por el que fueron rápidamente sentenciados, la mayoría de procesados, fue por falsificación de documentos y usurpación de identidades, con la única posibilidad de declararse culpable para no enfrentar otros cargos, cuestión que se dio exclusivamente en los documentos para poder tener “presencia formal y legal” para trabajar, porque no se comprobó que esos documentos hayan sido utilizados para otros fines. En tanto, ahora sabemos que los que propiciaron dicha falsificación fueron los propietarios y los directivos de la empresa Agriprocessors (Prensa Libre, 13 de septiembre de 2008). Evidentemente, el proceso judicial contra los propietarios de Agriprocessors será utilizado para evidenciar que las autoridades de Migración estadounidenses no sólo velan por el cumplimiento de las leyes migratorias de su país, sino que también se han convertido en “los paladines” de los derechos de los trabajadores indocumentados. El problema radica en que se forman varias contradicciones legales, por cumplimiento precisamente de la misma legalidad; en primer lugar, migración cumplió con su deber de detener a los indocumentados, luego les acusa de falsificación de documentos, con lo que tiene las “pruebas” para emitir sentencia, en tanto, cuatro meses después procesan a los propietarios de esa empresa porque la falsificación fue realizada y consentida por los mismos propietarios de la empresa. Considero que esto pone en evidencia que la parte formal de la legalidad es insuficiente para acuñar que se puede hacer justicia, asimismo considero las grandes limitaciones de un sistema legal de formalidades. Precisamente en este punto es donde se manifiesta la ruptura entre una legalidad fundada en formalismos y la justicia. Es decir, la legalidad puede llenar los requisitos que ella misma ha impuesto como formales sin que ello implique alcanzar justicia. Creo que su limitación está en suponer que los trámites, los requisitos y los documentos, pueden suplir y hasta representar a las prácticas sociales. Es un problema de representaciones, en el que se llega a usurpar la dignidad irrevocable de las personas por el cumplimiento de una formalidad que concede supremacía sobre la vida por considerarse que se cumple con la legalidad. Es evidente, entonces, que la legalidad no es lo mismo que la justicia, y que se comenten grandes atrocidades en su nombre.

Desde aquel suceso del 12 de mayo no he podido explicarme la atención especial de las autoridades de migración y de los tribunales estadounidenses a los guatemaltecos que trabajan en aquella nación, sin un “documento” que les acredite para ello. Los que sirvieron de traductores para el juicio de los compatriotas han evidenciado que el proceso judicial se dio en los terrenos de un rastro, en donde juzgaron y sentenciaron de manera maratónica y poco confiable a los “indocumentados”. También, es bien sabido que la única posibilidad que se les ofrecía de defensa era que se tenían que declarar culpables. No hay precedente para dicho juicio en la historia de aquella nación. No he podido dejar de pensar cuando las autoridades de ese país han pensado especialmente en este pequeño país vecino de Centro América. Recordé cuando en marzo de 1999 el entonces presidente de Estados Unidos Bill Clintón, en visita oficial a Guatemala, reconoció que Estados Unidos se había excedido cuando financió y promovió el derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz Guzmán, en la década de 1950. A lo que podríamos agregar lo documentado en el Informe de la Memoria Histórica, que el gobierno de Estados Unidos financió y apoyó de muchas maneras las políticas contrainsurgentes en Guatemala que permitieron que fueran eliminadas comunidades completas de población civil entre 1960 y 1996. En el mencionado informe se documenta como el Gobierno guatemalteco, entrenado y auspiciado por el gobierno estadounidense, cometió el 89% de las agresiones en contra de la población civil, en una guerra que dejó más de 200 mil muertos, y más de 50 mil desaparecidos. Los datos de este estudio están fundados en la recopilación directa de los testimonios de los familiares de las víctimas y en la exhumación de las fosas comunes en donde fueron enterradas las miles de personas, en su mayoría indígenas, que fueron masacrados por instituciones del Gobierno. Los efectos de esa guerra todavía están latentes en Guatemala, especialmente en su ingente pobreza; en una sociedad profundamente dividida, marcada por una violencia que no parece tener fin.

Claro, ahora tengo muchas más preguntas, casi todas sin respuestas, pero la que no me deja por ningún momento es ¿quiénes han cometido injusticia en este ámbito? El único consuelo que me queda es la frase de Sócrates, poco antes de ser sometido a pena de muerte de manera injusta también, -eso sí muy legal, porque un tribunal lo había condenado-; “Es mejor padecer la injusticia que cometerla”.
Marlon Urizar
Fráncfort del Meno

domingo, 31 de agosto de 2008

¿Qué es la verdad?

¿Qué nos hace reconocer la verdad de lo que no lo es? Si supuestamente nunca hemos tenido acceso a la verdad. Durante mi estancia en el seminario tuve la oportunidad de conocer de cerca a la institución más vieja del mundo, que entre sus principales aditamentos está la de ser la depositaria de la verdad, sobre un tumulto de supuestas falsedades. Recuerdo también la mezcla de ternura, tristeza y hasta frustración de mis padres al ver que uno de sus hijos optara por la vida solitaria de un cura. Por eso mismo creo que le dieron desayuno un día a un fulano que apareció en casa diciendo que era seminarista y que no tenía para su viaje a pastoral. Hábil el susodicho en la jerga seminarística, –palabras como pastoral, ministerios y hasta conocer la palabra ordenación sacerdotal para no decir graduación de cura-, hicieron que mis padres le creyeran; le dieron desayuno, le “prestaron” la rimbombante cantidad de cien quetzales, en ese entonces el equivalente a US$25 y el supuesto seminarista a cambio de sus bondades rezó por ellos, y también pidió por mí que de plano andaba igual que él, de pastoral y pidiendo por las casas para las causas más nobles. Cuando llegué a casa me comentaron el suceso como para decirme que habían ayudado a alguien que andaba por ahí como yo. Por supuesto me molesté mucho porque yo no andaba pidiendo dinero por las casas, eso hubiera contradicho del todo mis afanes de cambiar el mundo. Así empecé a escuchar y a conocer una serie de historias en realidad impresionantes en su momento, pero que luego pude generalizar en los que se hacían pasar por curas y celebraban misas y sacramentos en casas particulares y en funerarias, y cuando las autoridades de la Iglesia se enteraron de la simonía que se hacía con los sacramentos y con el buen nombre de los ministros, pues prohibieron inmediatamente la celebración de misas en casas particulares o en funerarias. La parafernalia de los curas falsos imitaba en todo a los de verdad; cargaban un ornamentado cáliz, hostias, vino, agua bendita, aceites para ungir a los enfermos y por supuesto todos los ornamentos con los que se revisten los ministros consagrados “realmente”. Por lo que la gente no tenía más que pagar su cuota y obtener a cambio un flamante sacramento que podía ir desde la bendición de una casa, el bautizo particular de un niño hasta la expulsión de algún demonio que se había instalado con el firme propósito de quitar la paz a los habitantes de tan distinguida residencia. De la misma manera tuve la oportunidad de conocer a muchos compañeros, que como yo no llegaron a ordenarse de curas, pero que fueron marcados hasta el tuétano por la formación sacerdotal, que siguieron vistiendo de negro, hablando y comportándose como suele comportarse un cura.

Todo esto sumado a una gama de ofertas de agrupaciones neopentecostales en dónde se ofrece sentir el fuego que cae del cielo, curar alguna enfermedad incurable o salvar a un pecador de las garras del temido pero juguetón Satanás, o alguno de sus secuaces, porque no hay que sentirse tan importante como para decir que el mismo Satanás fue el que condujo a un pobre irredento a las garras de la lujuria y los excesos, bien sabido tenemos que hay algunos diablillos que hacen eso mandados, mientras don Sata se dedica a los realmente importantes; como la consejería de los políticos y los grandes líderes mundiales.

Hace una semana capturaron en Guatemala a un fulano que engaño a los más suspicaces encargados de la seguridad del presidente de la República y que además consiguió que se le condujera a Puerto Barrios en un helicóptero de la Fuerza Aérea Guatemalteca. Pero eso no es todo. Se hizo pasar por cura convertido de la Iglesia Católica a los neopentecostales y no contento con ello, logró que le creyeran que era el hijo del embajador de España en Guatemala. La nota la pueden confrontar en elPeriódico del domingo 24 de agosto
[i]. La historia es en verdad fascinante.

Todo esto me ha conducido a pensar sobre lo que consideramos verdadero, y me encuentro con que tenemos lo verdadero como sinónimo de legítimo. Lo cierto es que lo legítimo también es problemático, porque tenemos que recurrir a fundamentos que corresponden con cuestiones que son verdaderas. Es el viejo juego de la serpiente que devora su propia cola. La religión parece ser el campo de la verdad, en donde podemos estar seguros que podemos acceder a la verdad, por supuesto el garante es el mismísimo creador del cosmos, que no podría resultar engañándonos, -¿qué beneficio obtendría él con engañarnos? Tal vez sólo observar el patético espectáculo que daríamos de vivir engañados, desencantados que los hombres nunca dicen la verdad, es más, se aprovechan de nuestras creencias para engañarnos. El único inconveniente es que la ansiada verdad tiene que seguir siendo transmitida en forma de palabras humanas y por supuesto por medio de los hombres que pueden resultar más listos que nuestra buscada verdad. En fin. ¡Salud por la verdad!
Marlon Urizar

martes, 19 de agosto de 2008

¿Qué es Guatemala?

Esta pregunta ha rondado mi cabeza por mucho tiempo, y la reactivó un video que realizaron los hermanos Eduardo y Stefan Benchoam para la banda inglesa "The wave pictures". El video fue filmado en la zona 1 de la capital de Guatemala y muestra a personajes que se pueden ver cotidianamente en ese lugar cantando la canción “Just Like a Drummer”[i]. El video es una explosión de imágenes evocadoras de este espacio estético que es Guatemala. Eso me hizo pensar sobre lo que es Guatemala, y encontré tres significados fundamentales: I) Nacionalismo, II) Integracionalismo y III) Indigenismo. Cada significado tiene una necesidad de fundamento en una práctica social, en una ideología económica o en una religión. De la misma manera tiene tres ámbitos; la dimensión social, cultural, -estas dos dimensiones están relacionadas con el destino de pertenencia-, y por último la identificación o caracterización en uno de esos grupos en un elemento histórico. Es evidente que esta última parte tiene íntima relación con todas las anteriores. Los tres significados son explicaciones que se encuentran de nosotros mismos. A veces puede encontrarse una combinación entre las posturas, principalmente en la ideología y la religión, como necesidad de fundamento de prácticas sociales, claramente porque no se trata de esencias, sino de identificaciones o adhesiones con uno de esos significados.

I) El significado del nacionalismo encuentra en la idea de Guatemala un fundamento para la necesidad de unidad, para ello tiene los símbolos patrios como necesariamente sagrados para cohesionar una identidad a partir de esta idea. Esta postura es tomada por las clases medias y altas, motivados por las ideas de un nacionalismo patrio impulsado en las escuelas, a través de la veneración de los símbolos patrios y de la búsqueda de fuentes de sentido de pertenencia a la nación, por medio de desfiles nacionales en el día de la independencia, actos cívicos, etc. Es evidente también que estas clases medias y altas están unidas a una religiosidad cristiana, católica o protestante, de corte conservador, es decir, en la adhesión a prácticas espirituales que tratan de circunscribirse únicamente a ritos y cuestiones religiosas, que no tengan un vínculo explícito con discursos políticos y económicos. Casi siempre siguen postulados económicos ligados a propuestas de mercado y productividad, acuñados, primero por el liberalismo y luego por el neoliberalismo. Entretanto, admiran la historia de los antiguos mayas, no obstante, niegan que estos tengan un vínculo directo con las culturas indígenas que cohabitan actualmente en el país. Reclaman para sí una identidad que se remonta a orígenes españoles con el reconocimiento de un leve mestizaje con los pueblos vernáculos. Esta postura la represento con la imagen que utilizó Luis Domingo Valladares Molina al referir que todos los guatemaltecos tenemos en nuestras venas una “gotita de sangre indígena”, con la pequeñísima diferencia que “la gotita” que corre por las venas de Valladares Molina era de la princesa doña Luisa de Xiconténcatl[ii]; en donde evidentemente no se permite pensar que pudiera tener más de una “simple gotita de sangre indígena”. De esta manera los afines al nacionalismo encuentran síntesis de su significado en la independencia nacional, en los símbolos patrios y en figuras de instituciones como el Ejército, así como en la promoción de artistas y deportistas que den motivos de orgullo nacional. También consideran que el reconocimiento de los pueblos indígenas dividiría al país.

Esta explicación puede ser duramente criticada desde postulados históricos, ya que este espacio territorial que llamamos Guatemala era propiedad de ciertas familias de criollos que les convenía explotar estas tierras sin tener que pagar tributos a los reyes de España, alentados por el ejemplo de la independencia en Estados Unidos, pero principalmente por los ideales de la Revolución Francesa; “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Con esto se puede concluir que Guatemala es una invención de los criollos, que no cambiaba en nada el sistema económico con relación al dominio de España, ya que únicamente ponía a los caporales en la lista de los principales. Para ello se explicó que los españoles que llegaron a estas tierras no formaban parte de la aristocracia española, sino que eran gentes que buscaban porvenir sin tener una cuna de oro que les respaldara para no tener que someterse a semejante aventura[iii]. Basta decir que muchos de los “traídos”[iv] tenían sobre sí la fuerte sospecha de no ser de origen cristiano “puro”, sino moro o judío, cuestión que la corona de Castilla erradicaba en el momento en que aprobó la salida de Cristóbal Colón para las Indias Occidentales. Bajo esta explicación encontramos que lo que constituyó las llamadas élites en nuestro país no era la rancia aristocracia europea, sino más bien se conformó en estas tierras como una “aristocracia advenediza” que velaba por los intereses de la corona española, y por supuesto, de pasada, “pero sólo de pasadita”, se guardaban algo por sus “múltiples sacrificios y trabajos” a favor de sus majestades en ultramar.

II) Con el significado de ser el fruto de una mezcla de culturas, no sólo indígena y española, sino también alemana e italiana, ciertas clases medias, no sólo ladinas sino también indígenas, han promovido la necesidad de integrar todas las manifestaciones culturales presentes en el país, en una especia de simbiosis que deja cierto margen a la posibilidad de vivir siendo diferentes. La necesidad de los que acuñan este significado integracionalista se funda en que es necesario que todos seamos iguales en derechos, obligaciones y oportunidades. Esta postura se ha identificado con discursos socialistas de derecha, pero también han sido cercanos al neoliberalismo, principalmente en posturas relacionadas a la defensa de la libertad de los individuos y de las empresas, así mismo a izquierdas democráticas[v] y grupos que se han inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Este significado encuentra fundamento en la Revolución de Octubre de 1944 y en la firma de los Acuerdos de Paz en 1996.

La mencionada simbiosis cultural tiene el gran problema que solamente yuxtapone las culturas sin un reconocimiento pleno de la identidad cultural como integridad personal, en las condiciones morales y de solidaridad, así como la transformación de las motivaciones sociales que generan conflictos y confusiones en la apreciación mutua, principalmente a través de la educación y los medios de comunicación. Con todo esto se ha llegado a extremos tales en que se reconocen únicamente imágenes idealizadas y románticas que no conducen a un ámbito ético de solidaridad y de transformaciones económicas[vi], sino más bien a discursos paternalistas y flokloristas de la realidad de exclusión de los indígenas. De la misma manera, esta postura reporta la grave tentación, principalmente entre los ladinos, a tomar un neoconservadurismo en que se afanan superficialmente por reconocer a los indígenas, mientras mantiene muy arraigada su pertenencia a occidente; situándose en una altura que les pone como benefactores de los indígenas. Mientras que la tentación de los indígenas está en formar un interés desmedido por occidentalizarse, no a las influencias ladinas por supuesto, sino a las influencias culturales que ejercen los Estados Unidos.

Considero que el integracionalismo es el fundamento de movimientos de corte neoconservaduristas. El ejemplo más reciente es el movimiento llamado “Guateamala”, que plantea la idea de un significado fundamental en la idea de Guatemala como el fruto del mestizaje entre la cultura occidental y las culturas indígenas. Claro, esto tiene que ser matizado, porque las culturas indígenas son representadas como un elemento grandioso en sus manifestaciones culturales, no así en la pobreza ingente en la que continua sumida, mientras que este tipo de ideas trata de permear el llamado imaginario colectivo, o inconsciente colectivo, con ideas que motiven a los guatemaltecos a salir adelante por medio de las modas actuales de “automotivación y autoestima” que les den un significado y un impulso propio a la llamada “guatemalidad”; esta idea tiene también el componente que se acerca a la concepción que mientras más creamos en nosotros mismos nos convertiremos en más productivos para las condiciones de la economía de mercado. Evidentemente esta manifestación última de lo que comenzó Justo Rufino Barrios en 1871, ha sido modificada por los sucesos del período de la Revolución de Octubre de 1944, con la consolidación de una élite ladina, que tuvo acceso a educación formal en universidades y nivel medio y que se convirtieron en la fuerza de trabajo para la burocracia estatal, representada en servicios tales como: salud, banca y educación, entre otros. Esto consolidó una clase media que mantiene ciertos privilegios por su cercanía con las instituciones del Gobierno así como con las grandes tierras, principalmente de la costa sur y boca costa, en la producción de los monocultivos. Lo cierto es que los indígenas terminan quedando como una idea representativa que no llega a considerar los graves problemas de pobreza, exclusión y racismo en el que se encuentran sumidos. Es decir, en las prácticas sociales, en el lenguaje y en las creencias sociales el indígena sigue siendo considerado como un ciudadano de segunda, aunque a nivel de discurso eso no se manifieste abiertamente.

III) El indigenismo surge como una respuesta al creciente racismo que terminó en el exterminio de comunidades completas durante el enfrentamiento armado. Este movimiento tiene la necesidad de que los pueblos indígenas sean reconocidos y valorados en sus diferencias culturales. Es por ese motivo que estos grupos reivindican sus nexos directos con los antiguos mayas y afirman que en sus culturas se encuentran vivas esas manifestaciones ancestrales. Por ello se reclama que los pueblos indígenas sean reconocidos como nacionalidades diferentes, principalmente en sus idiomas, costumbres y religiones. Este movimiento ha traído a colación problemas económicos que viven las comunidades indígenas, principalmente en el movimiento campesino que surge en la década de los 70’s y que fue duramente perseguido durante el conflicto armado, pero que luego encontró un espacio de reivindicación con los acuerdos de paz en 1996. El problema principal es la tenencia de la tierra con lo que se han conseguido el atributo de ser simpatizantes de ideas socialistas. Sin embargo, en este movimiento encuentro ideas y concepciones diferentes sobre la tierra, y por ello los campesinos no han sido comprendidos en sus reclamos. Las formas legales sobre la tierra en Guatemala han sido inspiradas en los modelos legales europeos que buscan sustentar la idea de productividad en la propiedad privada. Quiere decir que el modelo legal sobre la tierra en Guatemala está fundado en dos imágenes legales sobre la tierra: la propiedad privada y la propiedad pública y colectiva. No obstante, dentro de la cosmovisión indígena se tiene un sentido de pertenencia a la tierra, cuestión que las ideas de corte europeo sobre la tierra no pueden contemplar. Quiere decir que para los indígenas la tierra no es un bien más, sino que es el espacio vital en el que se habita, y por ello la tierra tiene el significado de la adhesión maternal, espiritual e histórica. Porque no se posee una tierra sólo por una ley, sino por el tiempo que se ha vivido en ella y la significación que eso conlleva.

Una de las críticas más fuertes a este movimiento radica en que se trata de discursos de organizaciones internacionales que tratan de imponer un orden foráneo a las comunidades en Guatemala. De esa manera se dice que los indígenas repiten un discurso que se les ha impuesto para obtener financiamiento internacional, por lo que se indica que lo maya es una invención extranjera y con ello se le resta credibilidad. Ciertamente, el discurso de reivindicación se ha utilizado como un elemento de folklor superficial, que no representa a los indígenas y que no ha cambiado las prácticas sociales, principalmente en los graves problemas económicos que atraviesan estas comunidades, que también se manifiestan en exclusión social.

A manera de conclusión presento la alternativa del reconocimiento (Honneth, 1992), en tres niveles: 1) Nivel moral y psicológico de la integridad personal de los pueblos que cohabitan en Guatemala, a su vez en tres niveles de reconocimiento: a) integridad física de la persona, b) integridad social de la persona y c) el reconocimiento de la dignidad de las personas. La parte del derecho pertenece al inciso b, y aunque es muy importante no considera la totalidad del problema. 2) Nivel de las dinámicas sociales, en un proceso de diferenciación en que se distingan los motivos morales de convivencia y las fuentes de los conflictos sociales. 3) El nivel ético en que se reconoce la historia conjunta y se pueden tomar las medidas necesarias para la posterior convivencia que mira, no sólo a la confluencia o yuxtaposición de espacios sociales y culturales, sino que apunta hacía la solidaridad y el aprecio mutuo.
Marlon Urizar
Frácfort del Meno, 19 de agosto de 2008

[i] El video lo pueden ver con alta resolución en: http://www.colectiva.tv/wordpress/ o en http://www.vimeo.com/1485219, también se puede ver en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=gSKeUoCpXeI
[ii] Entrevista realizada a Luis D. Valladares Molina en Revista Domingo de Prensa Libre, el 8 de junio de 2008. Disponible en: http://www.prensalibre.com/pl/domingo/archivo/revistad/2008/junio/08/frente.shtml
[iii] Cf. Casaús Arzú, Marta Elena (2007). Guatemala: Linaje y Racismo. Guatemala: F&G Editores.
[iv] Juego con el significado que tiene en Guatemala la palabra “traída”, como sinónimo de novia o enamorada. Al parecer, la palabra traída evolucionó de las doncellas españolas que los criollos llevan a Guatemala para casarse con ellas y no tener que mezclarse con los indígenas y mestizos (ladinos), a las que llamaban traída de España.
[v] Principalmente en las décadas de los 60’s a los 80’s del siglo pasado, existieron ciertos movimientos que apoyaron un socialismo extremo como el impulsado por Stallin en Rusia.
[vi] Cf. Honneth, Axel (1992). Kampf um Anerkennung. Zur moralischen Grammatik sozialer Konflikte. Frankfurt am Main: Suhrkamp.

lunes, 4 de agosto de 2008

TLAMATINIME

Dos preguntas importantes se me han planteado desde que estoy estudiando en Alemania: ¿Es usted indígena? Y ¿Por qué estudiar a filósofos alemanes siendo usted de Guatemala? Han sido dos preguntas que han desestabilizado las creencias que tenía. La primera pregunta fue un duro golpe porque no sabía en realidad que responder. Luego de varias preguntas en el mismo tono, ahora respondo con mucha seguridad que soy indígena quiché, y aunque no conozco el idioma quiché a cabalidad, tengo algunas nociones y definitivamente lo llevo en la sangre, porque mi familia tiene ascendencia quiché y probablemente española o alguna de esas advenedizas. La segunda pregunta también es complicada, porque lleva a mis interrogadores a otra: ¿qué pensadores tienen en Guatemala, qué relación tienen con los indígenas de esas tierras? La respuesta para esta segunda pregunta es todavía más complicada, por mostrarme lo evidente: he vivido viéndome en un espejo que no sabe quién soy, y yo que pensaba que podía verme en los filósofos europeos. Tonto de mí. Lo cierto es que tuve que explicar, con mucha dificultad, que existían acercamientos desde la fenomenología a las culturas vernáculas, lo que causó extrañamiento entre mis interpeladores, no porque la fenomenología sea una corriente poco idónea para ello, sino porque esperaban que en mi respuesta se pudiera vislumbrar otro tipo de pensamiento, otras propuestas que pudieran mostrarles nuevas alternativas de pensamiento y no sólo repetirles las teorías “aplicadas” de los filósofos que ellos ya conocen muy bien, y que por lo mismo ya no veneran, más que para seguir construyendo el pensamiento.

Mientras que en una reunión con becarios me encontré con un buen amigo, de estos que aunque no nos conocíamos de antes, bien pudimos haber sido amigos de años, se trata del filósofo mexicano Juan Manuel Contreras, que me introdujo la curiosidad sobre los Tlamatinime, que eran los filósofos precolombinos en Mesoamérica.

Claro, lo sorprendente de los estudios que encontré sobre los Tlamatinime es que sus aportes no han sido tomados en cuenta y hasta se les ha tildado que en realidad no eran filósofos, sino más bien poetas-magos, para terminar dejándoles como figuras oscuras que promovían un destino implacable e incuestionable. Lo lamentable de todo esto no es que se trate de una desestimación realizada por foráneos, porque los extranjeros se han interesado por esos aportes. Un ejemplo contundente es la actividad del ábate francés Etienne Charles Brasseur de Bourboung, en la primera mitad del siglo XIX en las tierras cercanas al lago de Atitlán, que se dio a la importante tarea de recopilar y traducir el Rabinal Achí, como una muestra del teatro precolombino que no había sido alterado por los españoles y por ende por los cánones de pensamiento occidental[i]. Del prólogo de Cardoza & Aragón al Rabinal Achí (1981) se puede vislumbrar la manera en que el ábate prácticamente arrancó a los indígenas la verdad sobre este relato; uno de los ancianos que sabía el baile, la música y el relato de El Varón de Rabinal se enfermó, y el ábate tenía dotes de curandero, así que como pago por sus buenos oficios exigió que se representara ante él el mencionado teatro precolombino. Esto hace ver claramente que los indígenas estaban atemorizados para que no divulgaran, mantuvieran y mucho menos siguieran esas prácticas y relatos.

De mis investigaciones puedo extraer que los tlamatinime eran verdaderos filósofos, que se dedicaban a la búsqueda de la verdad, y lo expresaban por medio de la poesía; se cuestionaron sobre la naturaleza del ser humano y su relación con las divinidades y también servían como educadores de la juventud así como orientadores y consejeros en los problemas de la vida. Miguel Ángel Asturias los menciona en su obra Tres de cuatro soles[ii].

Entre otras críticas, se plantea que los Tlamatinime no eran en realidad filósofos, sino más bien poetas. Y estas críticas vienen de los que defienden la postura que la filosofía en Latinoamérica primero tiene que conocer muy bien la filosofía occidental para poder llegar a ser “sistemática”, al igual que la filosofía de Europa[iii]. Por lo que pregunto, si Platón no recurrió al mito para explicar los vericuetos del conocimiento y la verdad; si las noticias que tenemos de Parménides no son por extractos de poemas. ¿En qué punto específico se encuentra la línea divisoria entre la filosofía y el mito; entre la filosofía y la poesía? Pero no quiero seguir en esta línea, porque es un camino sin salida, y además se convierte en una postura decrépita que se afana por igualar los pensares de los habitantes de estas tierras con el pensamiento occidental, en un intento de “normalizar” dicho pensamiento y tratar de “ponerlo a la altura de la filosofía occidental”, como si tal pensamiento necesitara ser validado para ser aceptado. Porque al fin de cuentas, se le considera inferior y de segunda. Creo que el que nos induce a esta práctica es Fray Bernardino de Sahagún[iv], que con la buena intención de recopilar la ciencia y la sabiduría que habían cultivado los habitantes de estas tierras, terminó por tratar de analogar este conocimiento con lo que se tenía por verdad en el cristianismo y en la filosofía occidental. A partir de ese momento nuestra carrera es la analogía y la comparación. Carrera que de salida sabemos que ya perdimos. Seguir en esta línea me parece una actividad no sólo infructífera sino que termina agotándonos en la galopada de no saber muy bien quiénes somos aunando a que primero tendríamos que conocer bien el pensamiento europeo para poder, con esa ingenua postura, encontrar la manera de que nuestra ciencia y filosofía sean válidas y se puedan equiparar con el conocimiento occidental. Definitivamente estamos nuevamente ante la fatalidad dialéctica que condena nuestro pensar y nuestra ciencia a una actividad de segunda, que siempre tiene que asemejarse a la occidental y con ello tener la ingenua idea que será válida; sin darnos cuenta que lo único que conseguimos es darle largas al yugo invisible de sometimiento y entrega absoluta.

Ahora cuando me pregunten si soy indígena voy a responder con mucha claridad que soy quiché; cuando me pregunten qué pensadores tenemos en Mesoamérica, voy a responder que los Tlamatinime y definitivamente cuando me toque dar una clase sobre filosofía, ya no voy a empezar con los presocráticos, mucho menos con Platón y Aristóteles; ahora voy a empezar apuntando en el pizarrón con letras grandes: TLAMATINIME[v].
Marlon Urizar
Fráncfort del Meno, 4 de agosto de 2008

[i] Cf. Cardoza & Aragón, Luis (1981). Rabinal Achí. México: Ed. Porrúa
[ii] Asturias, Miguel Ángel (1977). Tres de cuatro soles. México: FCE
[iii] Cf. http://www.bu.edu/wcp/Papers/Lati/LatiRodr.htm y http://books.google.com.gt/books?id=epPXKbb1_rYC&pg=PA175&lpg=PA175&dq=tlamatinime&source=web&ots=ztbcL-_olR&sig=AzW-S5YJDTWCH1u55wcKR8H0ph0&hl=es&sa=X&oi=book_result&resnum=7&ct=result#PPA183,M1
[iv] Sahagun, Bernardino de (1975). Historia general de las cosas de Nueva España: fundada en la documentación en lengua mexicana recogida por los mismos naturales. México: Ed. Porrúa.
[v] Cf. Schmidt, Carola. La personalidad de los tlamatinime y su cosmovisión en "Tres de cuatro soles” de Miguel Ángel Asturias. Anales de literatura hispanoamericana, ISSN 0210-4547, Nº 17, 1988 , pags. 61-70. Disponible en: http://www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/02104547/articulos/ALHI8888110061A.PDF

lunes, 28 de julio de 2008

El mito de la mejor civilización

En los pueblos pobres se considera que la mejor civilización es el occidente desarrollado. Este fue el señalamiento de Günter Grass[i] al referirse a los pueblos de Sudamérica en una conferencia que impartiera en la Universidad de Göttingen, en el año 1989. Grass tildó esta creencia como un mito nefasto para la biodiversidad de esas regiones, ya que en pos del desarrollo se destruyen los ecosistemas. No hay duda que la conclusión que sacó Grass no es más nefasta que la premisa; considerar que los pueblos pobres viven en “armonía” con la naturaleza y que el desarrollo, al menos lo que entienden los países ricos por ello, perturbaría su simpleza, espontaneidad y su cercanía con la naturaleza. Pero también hay algo de cierto en su premisa: los pueblos pobres han interiorizado el yugo que les ha mantenido atados a los países europeos, y luego a E.E.U.U., para trasladar sus esperanzas e ilusiones a otra civilización que no es la suya, sino la de los países ricos. Por ello se dice que ahora la tierra prometida no es la que mana leche y miel, sino la que mana euros y dólares.

Ahora resulta que los países pobres también están desarraigados de significado. Porque al trasladar el modelo de la mejor civilización a otra que no es la propia se terminó por expropiar el mundo espiritual; el de las creencias y significados. Un ataque al centro de la cultura; porque una de las razones por la que nos mantenemos en la cultura es precisamente porque con sus significados, tradiciones y modelos se nos mantiene aferrados a un estilo de vida que nos da explicaciones y razones para seguir viviendo en colectividad. No hay duda que con esta visión se consigue que los llamados tercermundistas terminen actuando contra sí mismos, porque les quedan solamente dos alternativas: tratar de emigrar a los países desarrollados, aún con los peligros que representan las cada vez más represivas políticas antimigratorias, o a través de negocios ilícitos, clientelismo político y corrupción gubernamental. Quiere decir que estamos apostados sobre un sistema de creencias que al desarraigarnos nos somete a tratar de salir de pobres por todos los medios posibles, y luego convertir en héroe al que con artimañas y ardides logra conseguir la añorada riqueza. Creo que la dialéctica de la historia no nos pudo dar un destino más fatal. Un colonialismo a ultranza, que gana a la imaginación de los pueblos pobres, se ha prestado para dominar, ahora de forma sutil y subrepticia hasta el pensamiento. En donde el juego parece consistir en instalar una escenografía de la vida que tienen los pueblos desarrollados enfrente de los que no lo son, para que tengan una representación de cómo sería el desarrollo, y que ellos podrían alcanzar por medio de seguir los lineamientos económicos que se les dictan, ahora con los tratados de comercio, pero que no vallan a cometer la osadía de tratar de ser como ellos, porque serán expulsados inmediatamente, por “igualados y relamidos”. Creo que esta es en buena parte fuente de la desesperanza y el desaliento que termina por orillar a los habitantes de los países pobres a buscar la mejor civilización, pese a las restricciones y los peligros latentes, o a involucrarse en tareas que les pueden reportar más beneficios, tales como el narcotráfico o también la búsqueda de puestos políticos para conseguir el desarrollo que siempre se les ha negado, pero que han visto representado en el escenario de los significados del desarrollo.

Quiere decir que la fuente del sentido de los pueblos pobres se ubica en otra cultura. No puede haber noticia más infausta para los ya atormentados pueblos pobres; las soluciones están en no seguir siendo lo que son, sino en ansiar el desarrollo, eso sí con la gran advertencia de no destruir el medio ambiente, no porque se tenga conciencia verde, sino porque representan recursos que luego los países ricos pueden utilizar, o comprarnos si quieren, claro siempre ellos ponen el precio y las condiciones en que se nos serán comprados, porque tenemos como seguro que ellos son los que saben de negocios, de economía, de ciencia y por ende de desarrollo. Otro dictado más desde la escenografía del desarrollo. No encuentro mejor ejemplo que la negociación que están realizando los gobiernos de los países centroamericanos para firmar un tratado de comercio con la Unión Europea, solamente que ahora se habla de que los pueblos pobres puedan llegar a ser competitivos, y así alcanzar a toda costa las condiciones que se nos imponen para comprar nuestros productos, principalmente agrícolas, que no son solamente condiciones relacionadas con la compra sino con políticas estatales; concesiones y eliminación de subsidios por parte del Estado, bajo la falacia que se tiene que promover un mercado con igualdad de condiciones. Y digo falacia porque el libre mercado sigue siendo una metafísica que tiene reglas propias y funciona, pero que no por funcionar es necesariamente justo. Mientras que el parlamento europeo aprobó una ley que criminaliza a los trabajadores inmigrantes y les impone penas de hasta 18 meses en prisión.

En la escenografía del desarrollo la vida buena se entiende en una relación negada; allá hay seguridad, aquí tenemos inseguridad constante; allá hay trabajo, aquí el trabajo no existe; allá se tienen todas las comodidades, acá todo lo tenemos que hacer a mano y con mucho trabajo; allá hay verdadero arte, allá hay verdadera ciencia y adelantos tecnológicos, acá es la desolación y el crujir de dientes. Se dice que podemos conocer algo por lo que no es, pues he aquí un ejemplo. El allá de los países desarrollados se convierte en el espejo en dónde nunca nos hemos visto y por negación se convierte en el referente de nuestro subdesarrollo. Otra representación del yugo invisible en el escenario del desarrollo. Ahora resulta que somos pobres hasta en significados, porque al poner los significados de la vida buena de los países pobres en los países ricos se sigue una obscura lógica en que se vacía de significado a los pobres y se les pone nuevamente como ingenuos compradores de espejitos. Prueba de ello es que ahora las técnicas para alejar a los inmigrantes incluyen vejámenes sociales, como considerarles delincuentes y encarcelarles junto con asesinos y pillos de toda índole. Se quiere persuadir sobre el significado del allá como tierra prometida por medio de la fuerza, para indicar que no se trata sólo de bienestar sino que la osadía de buscar la dichosa tierra prometida es una insolencia que se puede pagar caro, bajo el postulado que sólo unos pocos tienen derecho y legitimidad para ser depositarios del bienestar y las ventajas que han obtenido los países ricos. Una metafísica de significados que se desploma en la realidad de que existen privilegiados por azar racial y otros que están condenados a no tener significado en sí mismos por fatalidad histórica; sus países fueron diseñados para ser saqueados consuetudinariamente y sus creencias más profundas conducidas a un escenario que siempre se ve lejos y que siempre es un artificio. ¡Vaya desesperanza la nuestra!

Marlon Urizar

Frankfurt am Main, 28 de julio de 2008

martes, 22 de julio de 2008

¿Venerar ó superar?

Tal vez el efecto de haber sido colonizados nos ha dejado implícita la actitud de venerar y aceptar. Esta es una fatalidad histórica que termina por convertirnos en malinchistas. Todo lo foráneo tendemos a verlo como bueno. No sé si será cierto, además no tengo los medios para saberlo, pero se dice que cuando llegaron los españoles a las tierras que hoy se conocen como América, algunos habitantes de las tierras de Mesoamérica pensaron que se trataba de divinidades encarnadas, por el color de su tez y las barbas. Y creo que esa aseveración tenía mucho de cierto, ya que las divinidades no eran precisamente honorables y coherentes con sus palabras; por eso considero que los europeos son los genios del discurso precisamente porque saben ser elocuentes y con ello ocultar sus verdaderas intenciones. Desde ese tiempo Mesoamérica ha vivido volteada a sí misma, con ojos solamente para lo que sucedía en ultramar, en una carrera de asimilación en la que siempre tiene que empezar de cero. Pero el problema no es la asimilación, sino que hemos llegado a un momento en que lo occidental es el modelo que perseguimos, sin que se nos impongan yugos. Parece que la conquista ha llegado hasta el punto en que tenemos un yugo inmanente.

Europa se ha cansado de sus posturas, de sus significados, ahora busca en las culturas vernáculas un sentido que les conduzca a una visión primigenia sobre la vida, que les llene de sentido; cuando sus vidas han conocido la melancolía de la seguridad y la cotidianidad. Pero eso no es todo, ahora que vuelven su vista a las culturas que doblegaron y explotaron por muchos años, se dan cuenta que ese mismo espíritu de reciprocidad que se esperaba de ellos, nos devuelve de manera fatal a ponernos de forma absoluta en sus manos. De tal modo que estando sujetos a ellos esperáramos que no nos abandonaran, es más, que podremos ser socios y hasta amigos que se tienden la mano, como cuando se cultiva una amistad sabiendo que en momentos de penuria la ayuda y la confianza serán recompensadas con creces. Pienso esto por los problemas que están teniendo los inmigrantes latinoamericanos, pero en especial los guatemaltecos, en Estados Unidos y que ahora se vislumbra también en la Unión Europea. Los argumentos que se esgrimen en contra de estas posturas en Latinoamérica son patéticos; se esperaba que los europeos devolvieran la cortesía de la hospitalidad que se les brindó en los momentos más difíciles, tales como las migraciones de europeos pobres a países latinoamericanos después de las guerras mundiales. Pero no debemos olvidar el principio de que el señor olvida muy rápido los favores que le hacen los vasallos, mientras que los vasallos pueden llegar hasta la muerte por retribuir los pequeños favores concedidos por parte de los señores. Otra característica del yugo inmanente e invisible con el que cargamos los latinos.

La filosofía no ha estado exenta de estos vaivenes. Por muchos años mientras me preparaba en la universidad sentía que vivía en dos realidades diferentes; la de los estudios de filosofía, y por otra parte la vida en casa, en las calles, en el trabajo y en mi pueblo. Hasta llegué a pensar que la cotidianidad me distraía de la filosofía y que me agotaba en cuestiones que consideraba “de poco interés”, claro, de manera arrogante pensaba que podía ser como un intelectual europeo que despreciaba los problemas sociales y burgueses para dedicarse a pulir su propio estilo. Sandez más grande no pude haber concebido. Y creo que es el camino que toman muchos que se consideran “intelectuales”, para formar parte de grupúsculos de snobistas que se rinden culto entre ellos mismos.

Mucho se ha dicho que los métodos filosóficos que se han llevado a América Latina han sido modificados de manera tal que se han hecho propios, es decir, para poder aplicar una corriente de pensamiento, por ejemplo el positivismo en el siglo XIX, se tuvo que hacer un trabajo de comprensión por parte de los intelectuales de estas tierras y que eso les condujo a una apropiación de dicha corriente. Todo este juego de palabras para no decir que lo que consiguieron fueron imitaciones de segunda que sirvieron para mantener la hegemonía del sentido europeo, en una oligarquía que se afanaba por recibir la primera tanda de las migajas que les repartían. Este es sólo un ejemplo de estas corrientes que se han venido sucediendo desde los primeros escolásticos, que se preguntaron si los aborígenes tenían el mismo estatus de un cristiano europeo, en cuanto a capacidades artísticas, científicas, religiosas y morales, para llegar a la funesta conclusión que sí podían llegar a ser como un europeo, pero que tenían que ser “educados” en las formas europeas del “buen vivir y del buen pensar”. Bajo esta premisa, se destruyó todo vestigio del conocimiento de estos pueblos. Es evidente que el pensamiento no es inocuo, y que la filosofía no es la inocente búsqueda de la verdad, porque mientras nos dedicamos a asimilar de la mejor manera posible el pensamiento europeo, pensando que es una manera de volvernos intelectuales de prestigio, lo único que conseguimos es repetir de manera dialéctica el destino social al que hemos sido condenados.

Un ejemplo más que evidente es el contexto de la crisis energética actual. Por décadas, se empujó a los países pobres a tomar medidas que se fundaban en un movimiento economicista que consideraba que el mercado y su relación entre demanda y oferta podría llegar a “equilibrar” las relaciones sociales por medio de la generación de riqueza para todos. Mientras los países ricos fortalecían las relaciones entre sus gobiernos y las grandes transnacionales por medio de subsidios y subvenciones; por supuesto, con el incremento de los impuestos a las clases medias. Ahora, los gobiernos de los países pobres no tienen los medios para aliviar la hambruna y la falta de trabajo ante la crisis económica mundial.

Los esfuerzos de asimilación del pensamiento no son pocos, desde los que intentaron implantar los ideales de la ilustración en estas tierras, por medio de introducir los ideales románticos de la antigua Grecia en la educación, en la arquitectura y en las artes, hasta llegar a los intentos de verdaderas ingenierías humanas que proponían la “mejora de la raza” por medio de ofrecer tierras a europeos que estuvieran dispuestos a recolonizar América, y con ello modernizar a los habitantes de estas tierras que se consideraban atrasados y primitivos. Otra de las características que tiene el yugo invisible que aún llevamos; considerarnos atrasados y primitivos, al punto de paralizarnos. El significado de atrasado y primitivo permeó el yugo invisible. De manera tal que en la actualidad se escuchan voces que exigen que para hacer filosofía en América Latina primero tendríamos que asimilar y comprender muy bien la filosofía occidental, para poder luego darle el estatus de sistematicidad y validez a nuestros pensares filosóficos, y con ello tener la ingenua seguridad que seremos tomados en cuenta en el corpus de los filósofos consagrados.

Actualmente se escuchan propuestas que tratan de integrar el pensamiento vernáculo de los pueblos de estas tierras e inscribirlos como pensamiento sin logos europeizante. El problema es que esta propuesta no ha logrado mostrar este nuevo pensamiento sin tener que estar ligado a lo que ya dijeron los mismos pensadores europeos que ya habían analizado la manera en que Europa ha colonizado a muchos países del mundo. Ejemplos evidentísimos como Foucault, Derrida y Levinas podrían mostrar cómo Europa empezó a verse a sí misma. El problema es que estos pensadores que proponen una filosofía intercultural se han quedado en la repetición de los modelos de autocrítica que ya habían realizado los mismos pensadores europeos, con la variante de haberles agregado alguna ejemplificación con la realidad de América y la explicación de algún término. Después de haber comprobado que el mencionado pensamiento intercultural es una adaptación de la filosofía de la liberación, me parece que todo ha terminado en retórica vacía y sosa.

Estados Unidos se ha convertido en un referente importante para los pensadores latinoamericanos. Las universidades más ricas del mundo se ubican en esa nación y por ello cuentan con grandes recursos para la investigación. No obstante, muchos de los que han ido a especializarse en filosofía no encuentran un lugar en la realidad latinoamericana, por haberse preparado en la erudición compiladora de la filosofía, pero no existe un esfuerzo por apropiarse de la tradición filosófica y luego estirarla al punto de romperla y conseguir con ello que se empiece a decir quiénes somos, qué pensamos, por qué creemos en lo que creemos y por qué vivimos como vivimos. Lo cierto es que muchos de estos especialistas en filosofía han terminado por regresar a las universidades que los formaron, desilusionados y frustrados porque sus países no los pudieron “comprender”.

Entonces ¿Tendríamos que echar a la filosofía de América Latina? Creo que no. Pero considero que debemos dar unos tres pasos que nos desorienten desde la falda del volcán, para llegar a donde nunca hemos esperado llegar; creo que es imperativo que dejemos de venerar a la filosofía occidental como si se tratara de la Filosofía Universal, sistemática y única, para empezar a verla tal cual: el camino que se recorre, por medio de la profundización y el conocimiento, para luego decir lo que podemos y debemos decir. No sólo repetirla y guardarla, sino forzarla para que nos permita decir algo nuevo; para encontrarle el espacio que no ha sido indagado, para contar sobre lo que no se ha visto. Para dejar de venerar a la filosofía tenemos que tomarla con nuestras manos y ver que es un esfuerzo de gente como nosotros que trato de comprender su entorno, a veces interrogándose y a ratos desnudando las creencias falsas que se tienen y sólo así poder trascenderla a decir lo que tenemos que decir sin pensar en que se trata de una filosofía desde un lugar en específico. Hoy incito a que cometamos un sacrilegio contra la filosofía, y en nuestro pecado nos convirtamos en filósofos y dejemos de ser decrépitos y exóticos loros parlantes. ¡Creo que alguien sonríe desde el Olimpo de los filósofos!

Marlon Urizar
Frankfurt am Main, 22 de julio de 2008

martes, 15 de julio de 2008

Más felicidad en el mundo

¿Es la felicidad algo parecido al bienestar? Con esta pregunta podríamos hacer una historia novelada de la humanidad, o una metaficción historiográfica, tan de moda en la narrativa contemporánea, de la búsqueda de la añorada felicidad. Porque muchos maestros de la espiritualidad, religiosos o no, así como filósofos se han ocupado de tan relevante tema. Por ello, perseguir la felicidad es parecido a la búsqueda de la piedra filosofal, a la que le vamos agregando unos cuantos elementos más; tales como la riqueza, la fuente de la eterna juventud, y la dicha en el amor. Quiere decir que consideramos que la felicidad está unida a la obtención de riquezas, a ser joven y bello por siempre y a tener amor sin reservas, y no sólo a prodigarlos sino también a recibirlo de manera desinteresada.

Recientemente apareció una encuesta que realizara el Instituto de Investigación Social de Michigan, que en la sección Perspectivas de la Ciencia Psicológica
[i], incluyó un estudio en el que se involucra a la mayoría de países del mundo, y se trató de ver cuán felices se sienten los habitantes parlantes de este planeta azul. Los resultados se podrían catalogar como optimistas. Por ejemplo, en países en dónde el nivel de vida apenas ha sobrepasado el límite de la pobreza se pudo percibir que se vive más feliz (México, Irlanda, Corea del Sur, Puerto Rico), mientras que en los países desarrollados, el índice de felicidad no creció nada desde que realizaron una encuesta parecida en 1981. En el extremo opuesto se encuentra Zimbabue, con índices alarmantes de infelicidad. Unos estancados, otros siendo felices en el filo de la abundancia y la pobreza, mientras que los que están sumidos en la pobreza son totalmente infelices.

Esto cambia radicalmente la postura que se tenía sobre la pobreza en la década de los 70’s del siglo pasado, que consideraba la pobreza como un medio para ser libre y por ende ser más feliz, es decir, para vivir menos apegado a lo material. Esta postura estaba ligada, según mi parecer, a reminiscencias de viejas religiones que enseñan la eliminación del deseo como la fuente de la felicidad, tal el caso del budismo. Pero mucha agua ha corrido por este río desde aquellos años. Ahora podríamos decir que nos venimos a dar cuenta que la felicidad fue anunciada por Aristóteles que indicó que la felicidad está en ser virtuoso. Ser virtuoso quería decir, que se podía mantener un balance entre tres necesidades insalvables que tenemos: la necesidad de los bienes materiales, por ejemplo, tener un cobijo ante la lluvia en una casa; la participación en las actividades colectivas, porque todos necesitamos ser reconocidos por los demás; estos dos elementos confiados a la búsqueda de los bienes espirituales, tales como la ética y el conocimiento por sí mismo, -los únicos en los que Aristóteles consideraba que el exceso produce belleza, porque el exceso en los dos primeros conduce a la desmesura y por ende a la infelicidad-, pueden conducirnos a la virtud. Aristóteles mismo reconocía que los que viven en los extremos no pueden ser virtuosos. Y como tenemos que encontrar un culpable de habernos desviado de la virtud aristotélica, tenemos que traer a colación a Jeremy Bentham, que afirmó que la felicidad podría estar unida al bienestar económico, para tener un referente por el que pudiéramos evaluar la manera en que alguien puede llegar a ser feliz. No obstante, el mismo Bentham reconoce que este es sólo un referente, ya que no consideraba que la riqueza fuera la felicidad en sí misma, y por ello se le podría reconocer un avance en cuanto que previó que la riqueza no es la felicidad sino el medio que proporciona confort, y por ello acuñó la propuesta que mientras más confort se pueda obtener se podrían tener más condiciones para ser felices y luego hacerlo patente. Lo cierto es que la experiencia de los países desarrollados, en dónde más confort se puede obtener, no son los más felices en la mencionada encuesta. Y ello se hace evidente en los países de Europa, -continente que cuenta con la mitad de puestos en la lista del G-8 de las naciones más ricas del mundo-, en dónde a pesar que se posee más confort no se vive necesariamente más feliz. Mientras que en Zimbabue los índices de infelicidad son alarmantes por no tener acceso a lo mínimo, caso muy parecido al de Guatemala, en dónde de cada cinco habitantes uno corre el riesgo de morir de hambre y el resto podría morir en el intento de pasar indocumentado por la frontera hacía el “feliz” Norte.

Esto podría mostrar que la felicidad está en la sensación de ir en pos de algo, es decir, que ya se tiene lo necesario para vivir (vivienda, alimentación y vestido), pero que siempre se puede llegar a alcanzar algo más, y que esa sensación que promueve el deseo de algo más… nos mantiene en un constante trance hacía la felicidad. Por ello, los extremadamente pobres, de la misma manera que los extremadamente ricos, no pueden llegar a experimentar este tránsito feliz. Por lo que estaríamos uniendo la felicidad con el deseo, no con los bienes espirituales que Aristóteles encontraba en el pensar, en la ciencia y en la ética, sino que este tipo de pensamiento nos mantiene en una “espiritualidad del deseo”, cuyo escenario es el mercado que pinta el capitalismo, de los que han dejado de ser pobres, pero que no son ricos todavía, pero que pueden llegar a serlo, al menos en teoría. Esto parece sostener la confianza en el capitalismo occidental, en alentar, y no sólo, en el retar el deseo de los animales políticos, porque al final ni la riqueza, como tampoco la pobreza, nos conducen a la felicidad, sino la naciente clase media que se forja a sí misma en sus deseos de más confort. Cuestión paradigmática en una crisis energética mundial, porque esta nueva fe en la felicidad de las clases medias se da en el sospechoso momento en que los países ricos vuelven la mirada sobre sus vecinos medio ricos-medio pobres para ver que tienen recursos energéticos que ellos podrían felizmente utilizar. Por eso ahora la felicidad habita en las clases medias. Para terminar esta metaficción historiográfica, no puedo más que reverenciar la felicidad de la clase media en los países medios, para luego alabar las bondades de su nueva y magnifica fuente de sentido, creada gracias al calor de un confortable sistema de energías renovables que se obtienen de materias tan bondadosas como el maíz y otros alimentos de los países más pobres.

Marlon Urizar
Frankfurt am Main 15 de julio de 2008
[i] Se puede confrontar en: http://noticias.latam.msn.com/articulo.aspx?cp-documentid=8530818

domingo, 6 de julio de 2008

“Mientras más piensan, menos viven”

Este era el título de un artículo que publicó la famosa página de correos electrónicos y mensajería instantánea MSN, fundada en una publicación de la AFP[i], sobre una investigación que realizaron científicos suizos. La investigación consistió en poner a prueba las destrezas de varios grupos de moscas. Para observar cuáles eran las más hábiles en aprender sobre olores agradables y desagradables, (me pregunto qué será la versión de un aroma agradable para una mosca), fueron sometidas a diferentes olores. Luego de varias generaciones, parece que algunas moscas se volvían más hábiles en detectar aromas por lo que se podían considerar “más inteligentes”. Lamentablemente, al finalizar el estudio se dieron cuenta que las infortunadas moscas inteligentes vivían menos. Todo esto me hizo preguntarme: ¿Qué es esto del pensar? Y en caso lo supiéramos, más allá de la sola diferenciación con la actividad del pensar, todavía podría preguntarme: ¿Pensar es lo mismo que ser inteligente? ¿Se puede realizar una concatenación entre pensar, inteligencia, aprendizaje y procedimientos de medición a partir de reacciones a ciertos impulsos?

Parece que el pensamiento sirve sólo para atormentarnos. La fórmula podría ser que mientras más pensemos viviremos menos, y por ello podríamos decir que hacer la diferenciación entre pensar y vivir nos conduce a la infausta conclusión que no vivimos por pensar, de manera tal que el pensar no fuera también vivir. Hasta las moscas que piensan más viven menos. Por ello podría decir que casi siempre hacemos una diferenciación entre pensar y vivir, como si el pensar perteneciera solamente a un extraño mundo de fantasía, en el que cual felices esquizofrénicos podemos vivir en un mundo ajeno a la realidad. Una vieja discusión envuelve este problema; la diferenciación entre pensar y actuar, que atraviesa nuestras vidas desde el momento en que pudimos decir cartesianamente Ego cogito, ergo sum (Pienso, luego soy). Parece que la vida se nos muestra sólo a partir de esto que le pusimos el nombre de pensar, o contrario a ello, la vida parece ser ajena a esto del pensar. Es común escuchar que existe cierto tipo de personas que no piensan nunca en sus vidas, viven en un mundo en el que evitan esto de pensar; bajo la premisa que es mejor vivir que hacerse bolas con problemas que al fin de cuentas no les reportará ningún beneficio. Casi siempre atribuimos esta característica a personas que no les interesan determinados temas y que tienen una vida fundada en la cursilería y la superficialidad; casi siempre modelos, o reinas de belleza. Reza el viejo dicho: “no hay dos glorias juntas” para afirmar que no se puede poseer belleza y ser inteligente a la vez.

Pero aunque digamos que es mejor pensar, y sufrir un poco, o dejar de vivir un poco, a pasar la vida como un vegetal, siempre estamos diferenciando el pensar del vivir. El pensar se convierte, en esa medida, en un juez que examina nuestra vida, que no deja de tener reminiscencias religiosas y funciones moralizantes. Las habilidades mentales que se requieren para comprender la ciencia y la tecnología, es otra de las características que atribuimos al pensar, o a ser inteligente. De esta suerte, se dice que un alumno puede ser muy inteligente en el área de matemáticas o en el dominio de los juegos electrónicos. Es evidente que ya unimos el pensar con la inteligencia. Y luego resulta que la inteligencia se puede medir por medio de las reacciones, esperadas o no, pero al fin predecibles de algún modo, y luego decimos que ésta se convierte en una ligación entre la actividad de la inteligencia y las reacciones más acertadas, principalmente para reaccionar ante determinado estímulo, que en el caso de las moscas se refería a los olores agradables o desagradables. Así que luego la reacción ante un estímulo puede ser aprendida, y, eso se relaciona con el pensar y con la inteligencia. La inteligencia es medida por las reacciones “adecuadas” o esperadas al nivel de aprendizaje, por lo que se termina llegando a la descabellada conclusión que se pueden controlar las condiciones del pensar y luego medirlos. Ante esto, no puedo dejar de evocar las prácticas de la educación formal. No encuentro modelo más risible que los métodos educativos de casi todo el mundo, en el que somos sometidos como moscas a estímulos artificiales; las que respondan de la manera que se espera, serán catalogados como inteligentes y pensantes, y se les concederán los honores pertinentes, mientras que los que no alcancen esas normas; ora porque no les interesa, ora porque sencillamente no lo entienden de esa manera, tendrán el premio de consuelo de sentir que pueden vivir más y mejor que los pobres atormentados en la constante lucha de probar que son inteligentes.
Sólo recuerdo que todavía no hemos dicho que es eso de pensar junto con la inteligencia –en que oscuro recoveco del intrincado cerebro se encuentra, si es que el pensar se encuentra sólo en el cerebro-, para luego atrevernos a decir que podemos medirlo conforme a ciertos parámetros y no sólo, sino que luego se realicen catálogos sobre las características de la inteligencia. En fin. ¡Salud, por la inteligencia de las infortunadas moscas pensantes!

Marlon Urizar
Frankfurt am Main, 6 de julio de 2008

[i] La breve nota la pueden confrontar en: http://afp.google.com/article/ALeqM5hzYb-bXehQWXt6Oty4Et8XAABzvQ

domingo, 22 de junio de 2008

¿Cuál es la tarea de la Filosofía?

Esta pregunta tendría que ser más bien ¿cuál es la tarea del filósofo o del que se dedica a la filosofía? Empiezo a pensar que la tarea del filósofo es la de ser el intérprete de los significados que subyacen en las creencias sociales sobre la vida, colectiva y particular, y que mueven, desde la monotonía de la cotidianidad, a seguir viviendo en grupo. El sacerdocio más raro es entonces el del filósofo, cercano a todos los campos, pero ajeno a ellos.
Pero hay muchísimas tareas en realidad, esta es sólo una, y se me podría objetar fácilmente que esa tarea es más bien de los semiólogos, o de los sociólogos, o en todo caso de los antropólogos; pero efectivamente ese es el problema, que no se tiene un campo específico, y por eso se lo atribuimos a la filosofía. Claro, la filosofía queda como una frontera amplísima en el que se vive más bien de la indeterminación, y eso nos acercaría a la mística y al arte. Pero también, viéndolo con ojos pequeño burgueses, podríamos decir que es entonces la tarea del vago que se encuentra un recoveco que le da cierto espacio para poder dedicarse a sus vagancias. Y digo pequeño burguesas, porque al final este vago, que se pone nombre tan rimbombante, siempre tiene un tufo de decadente aristócrata, que vive de unas supuestas rentas, que ahora se tienen que buscar de sus amoríos. Parece que los filósofos son vecinos de los poetas[i].
Podríamos decir que la filosofía nos conduce a un estado en que tratamos de encontrar la verdad, pero el problema es que mientras la tal verdad llega, -o nunca llega-, nos encontramos en el “tránsito” o en el “trabajo de parto” sempiternamente, por ello la empezamos a vivir como una pasión y se nos convierte en un deseo, del que podemos salir bien librados o no, porque algunos se pueden volver cínicos en el camino, y se dedican a la risa, otros en cambio se vuelven sofistas, y encuentran en la filosofía y en sus vaivenes la oportunidad para permitirse sus escapadas de la “moral” y de las “buenas costumbres”. Otra actitud es la del arrogante que piensa que ya no puede llegar a saber nada más y por supuesto que nadie se lo puede enseñar, porque ya sabe tanto que no necesita de más y se encierra en la “torre de marfil”. Pero hoy tengo que hacer una intromisión “paulina” en este areópago; la filosofía no puede seguir siendo cinismo, porque mientras nos reímos hay gente que muere de hambre; mientras nos dedicamos a escaparnos de la moral, repetimos de manera dialéctica las “buenas costumbres” del status quo; y finalmente, mientras nos encerramos en la torre de marfil, empezamos a pensar cada vez más en nosotros mismos y en nuestros patéticos problemas existenciales hasta que nos deprimimos y empezamos a vivir como unos enfermos sin estarlo realmente.
Y este es otro problema de los que nos dedicamos a esto de la filosofía, señalamos y señalamos, pero no hacemos nada, ni podemos mostrar una solución. Tal vez lo único que me queda es empezar a pensar cómo podría ser un filósofo responsable con su tiempo, con los problemas que le toca vivir, y no alejarse a lo que los filósofos consagrados, -casi siempre europeos-, han dicho y hecho. No estoy tratando de encontrar la piedra filosofal, porque ya sé que no existe tal cosa, pero sí que es necesario empezar a ser responsables de la actitud que tomamos frente a los gravísimos problemas que nos rodean.
La tarea del filósofo no es sólo interpretar significados. Sobre esta posibilidad exploraron los últimos filósofos del romanticismo alemán; tal como Nietzsche, Kierkegaard, Schopenhauer y el mismo Heidegger, tratando de encontrar el sentido ante la décadent alemana de aquellos años, ya vimos que los filósofos no fueron tomados en cuenta para la reactivación de tan esperado entusiasmo más que para los fines que buscaba el partido Nacional Socialista que terminó por exterminar a más de seis millones de personas. Ni siquiera mencionar a Karl Marx, cuya ciudad natal tuve el gusto de conocer recientemente, por el uso ideológico que se hizo de su propuesta y que también terminó sirviendo a totalitarismos.
También podríamos recordar a los filósofos que participaron, de una u otra manera, en el movimiento del 68, en el que podríamos traer los nombres de los más célebres, tanto en Francia como en Alemania, nombres como Sartre, Foucault, Adorno y Horkheimer podrían ser los más representativos, que nos traen la imagen del “filósofo comprometido”, participando en protestas y debatiendo en los escenarios públicos con los estudiantes y funcionarios.
Los filósofos-teólogos de la liberación no se nos pueden pasar por alto, nombres como Ellacuría, Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff y en su momento Dussel, podrían ser los más representativos de este movimiento que encontró en el evangelio una manera de transformar la realidad de pobreza y exclusión en que vive sumida la mayoría de la población en Latinoamérica… Realidad evidentísima en cada vuelta de cabeza, aún de la propia.
Lo malo de todo esto es que la tan ansiada solución no llegó, y el mundo parece evolucionar, al menos de manera social, a estadios en que el totalitarismo adopta posturas y formas cada vez más sutiles, en las que no podemos ver las maneras de dominación sin sentirnos atraídos por el deseo en el que se funda el llamado Capitalismo. Y digo llamado Capitalismo, porque nadie en realidad ha establecido en dónde está, ni siquiera los más sesudos intelectuales de “izquierdas”, sino que se convierte en otra metafísica que establecemos como un no sabemos dónde, pero que tiene vida y realidad propia. Nos toca nada más cuando nos encontramos con que el deseo nos puede dejar en la peor de las miserias, en que la mayoría tiene sólo eso: deseos, porque los que ya lo alcanzaron no tuvieron que hacer nada para llegar al status económico que alcanzaron por herencia, por no decir destino social, y otros mientras tanto fueron puestos para que anhelen ser como ellos; “tan humildes y sencillos, que no tienen necesidad de demostrar lo que tienen”.
¿Hacía dónde tendríamos que ir los filósofos? ¿Qué responsabilidad tenemos? ¿Qué tendríamos que hacer? ¿Tenemos alguna responsabilidad con nuestro entorno y por qué? A partir de estas preguntas puedo empezar a pensar…


[i] Sergio Ramírez rescata del olvido histórico, en que vivimos los centroamericanos, una historia fascinante sobre una acusación de vagancia que le hicieron al entonces joven poeta Rubén Darío, y les doy la dirección “pa’que veyan” que hay cosas buenas en la red y gratis, la dirección es: http://www.sergioramirez.org.ni/indexarticulos.htm y se titula “A lo que lleva la vagancia”, por supuesto el que les envía este vínculo lo encontró en una placentera jornada de vagancia junto a un buen vaso de vino.

viernes, 13 de junio de 2008

Sueños de Camioneta

Sueños de Camioneta
Marlon Urizar

Los sueños no son muy diferentes de la realidad. Es extraño. Crecemos pensando que podemos distinguir entre lo que es la realidad y lo que no lo es, y dentro de lo que no es ponemos todo, como algo que está en un lugar alejado; ahí ponemos las fantasías, los sueños despierto, los de querer volvernos Rambo por un momento y querer terminar con la delincuencia con una gran metralleta, o también podemos soñar con terminar con la pobreza y los problemas sociales siendo millonario y dándoles todo a los pobres para que “salgan adelante”. Este tipo de sueños me sorprende cuando voy casi mareado por los olores de perfume de secretaria y de sobaco en la camioneta, me emborracha, me arrulla y me conduce a un trance parecido al que deben de experimentar los pegamenteros. Otro frenazo, casi todos caemos en los brazos del de enfrente, el chofer que ahora parece estar más preocupado que de costumbre… Y sí era en eso en lo que estaba pensando, en la costumbre, no en la canción que lleva ese nombre, sino en lo cotidiano en la camioneta; todo mundo anda con lo mínimo, nada de joyas, ni de relojes finos y mucho menos cargar tarjetas de crédito o billeteras muy llamativas. Todo parece hasta sobrio, lo único que parece tentar al peligro, tanto de delincuentes como de víctimas, siguen siendo los celulares, mientras más sofisticados mejor, y hasta hay quien hace alarde de su nueva adquisición jugándolo entre sus dedos. No nos resistimos a la seducción del último modelo del teléfono móvil, hasta nos sentimos temerarios llevándolos en nuestras manos o cinturas. Lo cierto es que lo inevitable nos llega a pasar un día; -nunca sabemos cuándo, ni dónde-, es una cuestión mesiánica, no sabemos ni el día ni la hora, ni las condiciones en que nos encontrará, pero lo cierto es que nos llegará y mientras llega, o se tarda en llegar, tratamos de darle tregua y jugamos con el peligro que conlleva llevar el celular último modelo pegado a nuestro cuerpo.

Estamos en crisis, pero que no llega a la hecatombe, siempre es un paso previo, lo cierto es que entre la crisis y la temida hecatombe apocalíptica se nos va la vida. Que no vamos a tener para comer, pues parece que siempre vivimos con lo mínimo, que ya más mínimo pues no hará mucha diferencia. A los únicos que parece que les va bien con todo esto es a los predicadores, y no sólo religiosos, sino también los periodistas y políticos, anuncian la inevitable llegada de lo inevitable, y lo pongo así porque lo inevitable nunca sabremos qué es, o si alguna vez ha llegado y podríamos entonces preguntarle al que la ha visto para que nos diga cómo es realidad la temida hecatombe. Mientras la hecatombe llega, y los especialistas se enfrascan en discusiones sobre cómo y cuándo llegará la hecatombe, parece que lo único que nos distrae es ver cómo quedó el fulano que le pasó la camioneta encima, o como dejaron a la fulana que murió apuñalada por marera y cómplice de extorciones. Todo parece un circo de sangre en que los payasos siempre juegan a ser el mismo, se repite, se acaba y luego vuelve a dar la misma función, en todas muere por supuesto, pero ahora hay otro y la cosa parece seguir y no terminar nunca, siempre “en el fondo, pero muy en el fondo” parece estar triste y como homenaje a sus tristezas parece que se dibuja una lágrima en el rostro y para pedir al que creó la constante crisis se deja una cruz cerca del pecho. Mientras esperamos que nos toque la función a nosotros; que nos asalten en el bus y nos metan un tiro por el cel, o que por fin de tantos recortes la empresa me termine despidiendo a mí, parece que el único entretenimiento es ver cómo quedaremos al fin de cuentas… Todavía no es el fin, -no señor-, las cosas seguirán como siempre, en la constante crisis y yo habré dado el espectáculo para los que me rodean.